miércoles, 24 de febrero de 2010

Hartartartazgo



Y es el ya tanto hartazgo
De lo enripiado hacia
El trunco cause del
Extremo presente impárido.
Hartazgado de compendiar
Mundos plegariados que
Des-encaucen el tautólogo viniendo
Del antropófago organismo
Del posmo frondo-fango.
Es el cansancio de lo irreverso
Ido hacia el ominoso este durante
De lo abierto amobil tan tan táctil,
Hacia la a-metrológica rosca
Del integro, hoy, univoco defasaje.
Es este ya no querer ir
De cuajo al opreso pánico
Del tanto todo en sí nulo,
Del trazo todo de la nada finalmente conglomerada.
Es este no querer caer más
En la real retarda ahora trama
Vociferando zumbas negras jergas
De lepra de amarras,
Secta de lacras carnales de lepras de
Amarras al unísono adentro del canon del
“que”, del “como”, del “donde”.
Es este harto hartartazgo nomás,
Este re-asco a los circuitos viniendo
En hueros compases de anti-antera;
Es sólo eso:
Alguien acaso ya en el máximo ripio del hoyo,
Alguien aquí desesperado por ya querer no más querer,
Si, sólo eso: cósmico deseo ya de la impresencia.


El imprudente Estigmatizado

lunes, 15 de febrero de 2010

Y salió nomás

Acá está en colores la tapa del quinto número de GRAFO

Gracias a todos los que sumaron su buena onda para hacer posible la 5ta!

Poesía: Chirico Costa, Valeria Lucía Amador, Juan Carlos Montero
Arte de tapa e interiores: Leandro Fioretta
Arte de Contratapa: Pablo Duberti

Apoyo logístico: Sergio Barbero (visual) y Coop. de Trabajo La Posta

Y a los mismos de siempre: El Católico, El Apóstata, El Imprudente Estigmatizado y El Impostor

sábado, 13 de febrero de 2010

El lunes 15/02 sale GRAFO

Anticipo

La 5ta de Grafo está por salir a las pistas. El lunes ya podés encontrar el número 5 de GRAFO en los lugares de siempre o escribiendo a nuestro mail (revistagrafo@hotmail.com). Aquí un anticipo de lo que trae esta nueva edición.


Poema de Hugo Mujica

HACE APENAS DÍAS

Hace apenas días murió mi padre,
hace apenas tanto.

Cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna.

Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
sobre el mármol de su tumba.

Bajo cada lluvia
podría ser yo quien yace, ahora lo sé,
ahora que he muerto en otro.

martes, 2 de febrero de 2010

El periodista que no cesó de narrar

Reproducimos aquí una reseña de la obra del periodista y escritor Tomás Eloy Martínez, a propósito de su reciente fallecimiento. Un grande del periodismo en nuestro país.



El periodista que no cesó de narrar

Tomás Eloy Martínez, fallecido este domingo en Argentina, no concebía el periodismo sin la literatura, y viceversa

JUAN CRUZ 01/02/2010

Un contador de historias. Eso fue Tomás Eloy Martínez. Nació en Tucumán, Argentina, en 1934. Cuando era un chiquillo su madre se encomendaba a Dios para salvar el alma de su hijo, que ya escribía textos que según ella iban a condenarle. Cuarenta años más tarde él mismo tuvo que desaparecer para que no le condenara la dictadura militar, que le persiguió con la muerte y le condenó al exilio. Buscó en la raíz de la historia rara de su patria y se metió en la piel de Juan Domingo Perón y Eva Duarte, sobre cuyo mundo raro escribió novelas fascinantes, sobre todo Santa Evita y La novela de Perón. Ha sido uno de los grandes periodistas de la lengua española, y ahora mismo era uno de los más sobresalientes narradores de nuestra cultura; como Mario Vargas Llosa, era una especie de hermano menor del boom que encabezaron sus amigos Gabriel García Márquez o Carlos Fuentes.

Su manera de ser era la de un reportero pero al mismo tiempo su carácter era el de una esponja. Nada de lo que sucedía era ajeno a su curiosidad, y todo lo que cayó bajo esa capacidad natural de pesquisa y memoria se convirtió luego en retrato, en recuerdo y en todo caso en escritura. Había en su forma de escribir una soberbia naturalidad, que recorrió tanto sus reportajes como sus artículos o sus novelas; estaba especialmente dotado para la ficción, como demostró en su excelente El vuelo de la reina (Premio Alfaguara 2002). Pero tanto esa novela como El cantor de tangos (Planeta, 2004) o Purgatorio (Alfaguara, 2009) tienen como raíz su propia experiencia, lo que supo por su vida o por lo que le contaron. Este último libro, Purgatorio, cuenta la historia de un desaparecido por la dictadura que azotó su país, y es al mismo tiempo un recuento, que a veces parece autobiográfico, de lo que su generación sufrió en aquel delirio atroz en el que los militares convirtieron su país. Mezcla de realidad y de sueño, tiene los pies en la tierra, en Argentina, como siempre tuvo ahí su alma Tomás Eloy, también durante el destierro al que lo condenaron Videla y los suyos.

Tanto esas novelas como los distintos libros que escribió en torno a Perón, Evita y el peronismo magnifican la capacidad de retrato, periodístico, literario, de Tomás Eloy Martínez. Su indagación es incesante, como si su pasión por el rigor que él pensaba que debía imperar en el periodismo se hubiera trasladado, intacta, a su vocación de novelista; en esa sintaxis lujosa pero sobria en la que convirtió el esqueleto de su estilo está escrito un libro memorable, Lugar común la muerte, en el que recogió muchos de los perfiles o encuentros que mantuvo con gente mayor que él, como Jorge Luis Borges, José Lezama Lima o Augusto Roa Bastos. Esos textos configuran ahora un monumento propio que es precursor y avanzadilla en español de lo que los norteamericanos llamaron nuevo periodismo.

El símbolo mayor de su actitud periodística ante la realidad escalofriante de Argentina es su libro La pasión según Trelew, el relato de la rebelión y la matanza de los guerrilleros detenidos en una base militar de Trelew; ese texto, publicado por vez primera en 1973, fue prohibido y luego quemado por los militares, y fue como el anuncio del odio y la saña con la que Tomás Eloy fue perseguido en seguida que se instauró la dictadura militar, tres años más tarde. Se exilió en Venezuela y en México, y en ambos países fundó o dirigió periódicos, y siguió escribiendo reportajes, artículos y novelas, tarea que continuó, sin desmayo, hasta que las consecuencias de un cáncer que fue minándole inexorablemente le impidió ejercer las pasiones que iluminaron su vida.

Fue un maestro de periodistas; enseñó en la Fundación Nuevo Periodismo que preside su amigo Gabriel García Márquez. En los últimos tiempos, los azotes que recibe el oficio por parte de los que lo malversan le traía a mal traer; de Internet le apasionaba la rapidez con que podía circular la información, pero le inquietaban las posibilidades de dispersar rumores y errores que nadie contrastaba. Le indignó (y al tiempo le causó perplejidad, él era así) que Wikipedia hubiera dado la noticia falsa de la muerte de Ted Kennedy, que además padecía su propia enfermedad; pero consideraba que el periodismo podía superar esos sarampiones y seguir siendo, como diría su amigo García Márquez, el mejor oficio del mundo...

No concebía el periodismo sin la literatura, y viceversa. Dijo acerca de ambas vocaciones, que en él se daban juntas: "La literatura si no es desobediencia no es. La literatura, como el periodismo, son centralmente actos de transgresión, maneras de mirar un poco más allá de tus límites, de tus narices. Todo lo que he escrito en la vida son actos de búsqueda de libertad. Nada me daba más placer -cuando publicaba mis primeros artículos en La Gaceta de Tucumán- que mi madre le dijera a mis hermanas: "Tenemos que ir a misa a rezar por el alma de Tomás, que está totalmente perdida".

Era un narrador oral insuperable. Acaso escribió sus libros tan sólo para no olvidar las extraordinarias historias que contaba como si dentro de él funcionara un motorcito que las calentaba para convertirlas en fábulas con las que cubrió de gloria los periódicos, las novelas y los oídos perplejos de sus alumnos, de sus amigos y de sus lectores. Hasta el último instante, cuando ya no pudo más, Tomás Eloy Martínez tuvo a su lado el ordenador, para escribir, para estar al tanto; sólo el dolor de la despedida fue más grande que la vocación que le convirtió en un maestro.

Fuente: Diario El País


Más lecturas: El escribidor de un país autoengañado; "Perdimos un referente fundamental"; Oscilaciones entre ficción y realidad

Algunas notas de Tomás Eloy Martínez: Manuel Puig: "La muerte no es un adios"; Borges y judas; Trelew, el relato nacional; Eva Perón, la tumba sin sosiego

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