lunes, 12 de abril de 2010

Para leer a un click (Grafo #5)

Aquí ponemos a disposición de todos el 5to número completo de Grafo.
Está en formato pdf y se puede descargar a través de Slideshare.


viernes, 9 de abril de 2010

Balada de la oficina (Roberto Mariani)

Entra. No repares en el sol que dejas en la calle. Él está caído en la calle como una blanca mancha de cal. Está lamiendo ahora nuestra vereda; esta tarde se irá enfrente. Entra. No repares en el sol. Tienes el domingo para bebértelo todo y golosamente, como un vaso de rubia cerveza en una tarde de calor. Hoy, deja el perezoso y contemplativo sol en la calle. Tú, entra. El sol no es serio. Entra. En la calle también está el viento. El viento que corre jugando con fantasmas. Fantasma él también, pues no se ve con los ojos de la cara, y se lo siente. El viento está jugando; ya corriendo una loca carrera por en medio de la calle; ya golpeándose las sienes contra las paredes de las casas; ya deshilándose en las copas de los árboles... f... f... f... f... El viento es juguetón como un recental; esto no es serio. Tú entra.
Deja en la calle sol, viento, movimiento loco; tú, entra.
¿Qué podrías hacer en la calle? ¿No tienes vergüenza, estúpido sentimental, regodearte con el sol como un anciano blanco, y esqueletoso, y centenario? ¿No te humilla, en tu actual situación de muchacho fornido, dejarte forrar por el viento como una hoja dentro de un remolino?
¡Y la lluvia! No te avergonzaré recordándote que los otros días estuviste tres horas, ¡tres horas!, contemplando tras la vidriera del café, caer y caer y caer, monótonamente, estúpidamente, una larga, monótona y estúpida lluvia. Entra, entra.
Entra; penetra en mi vientre, que no es oscuro, porque, ¡mira cuántos Osram flechan sus luminosos ojos de azufre encendido como pupilas de gata! Penetra en mi carne, y estarás resguardado contra el sol que quema, el viento que golpea, la lluvia que moja y el frío que enferma.
Entra; así tendrás la certeza —que dará paz a tu espíritu— de obtener todos los días pan para tu boca y para la boca de tus pequeñuelos. ¡Tus pequeñuelos, tus hijos, los hijos de tu carne y de tu alma y de la carne y del alma de la compañera que hace contigo el camino! Yo te daré para ellos pan y leche; no temas; mientras tú estés en mi seno, y no desgarres las prescripciones que tú sabes, jamás faltará a tus pequeñuelos, ¡los pobres!, ni pan, ni leche, para sus ávidas bocas. Entra; acuérdate de ellos; entra.
Además, cumplirás con tu deber. Tu Deber. ¿Entiendes? El trabajo no deshonra, sino que ennoblece. La Vida es un Deber. El hombre ha nacido para trabajar.
Entra; urge trabajar. La vida moderna es complicada como una madeja con la que estuvo jugando un gato joven. Entra; siempre hay trabajo aquí.
No te aburrirás; al contrario, encontrarás con qué matizar tu vida. (Además de que es un Deber.) Entra. Siéntate. Trabaja. Son cuatro horas apenas. Cuatro horas. Pero, eso sí: nada de engañifas ni simulaciones ni sofisticaciones. ¡A trabajar! Si tu labor es limpia, exacta y voluntariosa —voluntariosa sobre todo—, los jefes te felicitarán. Tú estás sano; puedes resistir estas cuatro horas. ¿Has visto cómo las has resistido? Ahora vete a almorzar. Y vuelve a hora cabal, exacta, precisa, matemática. ¡Cuidado! Porque si todos se atrasaran, se derrumbaría la disciplina, y sin disciplina no puede existir nada serio. Otras cuatro horas al día. Nadie se muere trabajando ocho horas diarias. Tú mismo, dime: ¿no has estado remando el domingo once o doce horas, cansando tus músculos en una labor con el agua que me abstengo de calificar por el ningún rendimiento que se obtiene? ¿Ves tú? ¡Y con inminente peligro de ahogarte! Yo sólo te exijo ocho horas. Y te pago, te visto, te doy de comer. ¡No me lo agradezcas! Yo soy así.
Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. Ve a tu casa. No te detengas en el camino. Hay que ser serio, honesto, sin vicios. Y vuelve mañana, y todos los días, durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación.
Entonces, gozarás del sol, y al día siguiente te morirás. ¡Pero habrás cumplido con tu Deber!

Roberto Mariani (Cuentos de la oficina, 1925)

lunes, 5 de abril de 2010

¡Hasta siempre Raúl!

Para el entrañable amigo Raúl Petroni este pequeño homenaje de los que hacemos GRAFO.
¡Gracias por siempre darnos una mano, Maestro!

sábado, 3 de abril de 2010

¿Profilaxis para una teoría literaria? [Espacio NN]

Habitar las bibliotecas de la trata de las letras, comportarme como un cabaretero por osar y publicar en el lupanar local de la literatura, actuar cual un proxeneta por el simple-terrible acto de leer literatura erótica francesa (de una traducción berreta) en horario de trabajo, hacer apología de la partuza, el cachengue, la crispación de los sexos en las páginas de un matutino… De todo esto y más se me acusa. Solamente, y apenas, por haber dedicado setenta pajosas líneas a la pulposidad de la Coca Sarli.

Ahora, ¿qué corno es la literatura? ¿De qué va esta lata? ¿Dónde están los laderos que abogan por el buen trato del lenguaje? ¿Es la literatura el “buen trato del lenguaje”? ¿Por qué se asusta UD., Sr. ABL, cuando advierte que un apasionado quema las pocas naves de su intelecto para sacar punta y parir unas cuantas líneas en sincero homenaje a esa calesita erótica que es, fue y será Isabel Sarli?

Me animo a contrariarlo, a refutarlo, y a defender una concepción de la literatura que muchos otros, antes, ya han recorrido y ocupado con inusual decoro. Que la literatura se arruine, según da a entender UD., por el hecho de repetirse en lugares comunes (léase: la partuza, el cachondeo, la fiestacha barata, la calentura, el histeriqueo sadomasoporno, el revolcón, etc.) no es algo que deba condenarse. O lo que es lo mismo: ¿por qué la literatura ha de perjudicarse con el común sentido de las mayorías? Acaso UD. dudaría que los pibes y pibas de doce años en adelante ya están extasiados y exasperadamente neurotizados a causa del sexo, la pornografía, el reguetón, feisbuc, los fotolog, los SMS con la palabra TETO al 22020, los celulares con cámara, el discurso jeropa y la ropa provocadora que ya visten apenas perciben dolor (y olor) en el pubis y notan que los pechos, el bulto, la cotorra, y el culo les aumentan de tamaño. Todas estas vivencias, ¿merecerían quedar fuera (prohibidas) del ámbito de las letras? Y qué pasará con el hombre peludo -de pelo en el pecho- que sueña revolcarse como un rinoceronte en el lodo junto a la hembra que voltea todos los árboles de su selva. Dónde debemos guardar esas expresiones, ¿en los azulejos de los baños públicos? Cómo llevar a la metáfora lo que ya no acepta metáforas o cómo desconocer aquellas expresiones que han alcanzado el grado cero de la escritura: “Chupo tripa gratis, llamame al 15 - 5-----”, “Tengo el culo como una flor me llamo Mar…”, ¿no son estos enunciados, también, un artificio del lenguaje? ¿Un modo de decir algo que no puede ser dicho de otra manera? ¿Habría que recurrir al realismo mágico para dar a entender ese significado? ¿A razón de qué pérdida…?

Tampoco, se trata con esto, de dar rienda suelta a la caterva de barrabasadas capaces de proferir nuestra imaginación. Sin embargo, los límites con los que trabaja la literatura son poco convencionales y, antes que a la ortodoxia, se ajustan a los decires subjetivos del autor que es, a su vez, el primer lector.

Para el escritor y asaltante de novelas al voleo, Ricardo Zelarayán, la literatura es toda aquella creación dictada por el placer o hija del deseo. Dice R. Z.: “…A diferencia de la música, la literatura usa el mismo lenguaje que la necesidad, pero lo usa de otra manera, en un tiempo diferente del de pedir pan para saciar el hambre o una frazada para protegernos del frío. La más pequeña infracción a esa forma mendicante o policial de la comunicación es el germen o el comienzo de la literatura o, si se prefiere, de la poética: todas las artes…”.

Después de todo este divague, cada vez, más me convenzo de que Borges hubiese sacrificado uno de sus mejores cuentos con tal de poder escribir el siguiente párrafo: Quizás la vivencia de Juan sólo es una circunstancia aislada y con un final desesperante al que no queremos llegar. Pero pensemos las veces que el baño nos quedó lejos. Recordemos esa sensación de que sacar la llave del bolso era la tarea más difícil antes hecha, a la que le seguía la vuelta de llaves con manos temblorosas. Insistamos en el recuerdo de entrar corriendo con las manos apretando el sexo y el culo para no cagarnos en la primera de cambio y nos daremos cuenta de que todos estamos cerca de ser Juan.

Bienvenida toda literatura, bienvenido todo placer.


Unco Claraboya
[insistentemente para NN]

jueves, 1 de abril de 2010

Muestra de arte + GRAFO #5

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