jueves, 16 de diciembre de 2010
viernes, 12 de noviembre de 2010
Grafo media docena
Pasó mucha agua bajo el puente desde que salimos con el número cinco de GRAFO, allá por febrero. Ahora, en noviembre, retomamos la senda que desde el año pasado venimos recorriendo, entre el lápiz y la pluma, confiando en mantener en (y de) pie un espacio genuino para el acto de la comunicación.
Y creemos que, pese a los tropiezos, vamos por el camino –seguro, más lento pero el más sincero con nuestro trabajo- que nos permitirá seguir contando con el tiempo para experimentar las formas que más se parecen a eso que queremos decir.
Llega a Uds. la sexta entrega de Grafo (Que escribe y que describe), un artefacto linqueño –100 por ciento made in Lincoln- de los que tallan la palabra y los que ponen la caricatura en lugar de la realidad, un espacio para los que le sacan punta al lápiz y aquellos ilustradores que sueñan sobre la carbonilla.
Como siempre, va nuestro agradecimiento especial a las entidades y comercios que con su compromiso y su apoyo permiten que GRAFO siga en la calle: Centro de Arquitectos de Lincoln, Centro Unión Comercio e Industria, Centro Empleados de Comercio, Lácteos D’Zero, Cheeky, Pinturería Sarmiento, Linctours, Matafuegos Nicolás, Flores Avenida, Diario La Posta, Visual y Ferretería Casa García.

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viernes, 29 de octubre de 2010
El impresentable (por Juan Sasturain)
Al menos, aquí, intentamos rescatar algo de lo bien que se escribe y lo interesante que se dice.
Le toca a Sasturain.
Hablo/escribo con la impunidad que da la noche demorada del día del censo y el silencio masticado de muchas horas sin querer hablar en caliente de lo que (nos) pasó ayer. No conocí a Kirchner: lo voté y lo iba a volver a votar si se presentaba el año que viene. Me parece que era –con todas las diferencias e incomodidades que uno, que no está en la política, tiene– lo mejor para el país real, el país de las opciones concretas. Así que, con permiso y todo el dolorido respeto, voy a ser incorrecto. Sincero, quiero decir.
Me acuerdo del primer chiste malévolo que escuché sobre Kirchner, cuando crecía, antes de ser presidente y ya se asomaba Cristina a su lado: “¿Sabés cómo le dicen a Kirchner? Ciervo embalsamado. Porque es cornudo y con un ojo de vidrio”. No sé si este chiste basura es conocido, si circuló. Supongo que sí. Resulta ejemplar para recortar ideología y estatura moral de quienes lo pergeñaron. Imperfecta, como todas las falsas atribuciones de apodo sustentadas en comparaciones de ese tipo, la referencia tenía la perversa eficacia de trabajar sobre el sentido común machista de la mina vistosa e inteligente al lado de un flaco feo –virola, para colmo– y con una pinta de loser que mataba. Un sujeto que era –marketineramente, digamos, perdonando la palabra– absolutamente impresentable. Y lo notable, ejemplar, festejable hasta hoy incluso, con la lástima y el dolor al día, es que ese supuesto impresentable y la mina que lo acompañaba los abrocharon. Largamente. Y cómo.
Me acuerdo cuando los radicales le arreglaron hace (¿veinte?) años los dientes al pobre Casella para una elección que perdió; me acuerdo –en los noventa– de los afeites, el gato ineficaz y la avispa del Turco perverso. La moraleja es tan obvia que da hasta pudor explicitarla: saludablemente, acá todavía no siempre gana el marketing. Ni los medios. Me acuerdo, hace unas semanas nomás, de Kirchner metido en la pilcha de El Eternauta en los afiches callejeros después de zafar de una anterior a ésta en que no zafó. Qué bárbaro... Narigón irremediable como el mismísimo Oesterheld, que también ha sido enfundado en su momento por Solano en el traje de Juan Salvo, el Néstor (o lo que generaba en la gente joven su liderazgo) primereaba una vez más a la lentejísima oposición y se apropiaba con toda justicia de un ícono ejemplar del siglo.
Vuelvo ahora a lo que fue la previa a las elecciones de 2003, con el padrino Duhalde buscando quien agarrara la candidatura, con Lole & Co. (una vez más) sacándoles el cuerpo a las responsabilidades, con un país en la lona y sin futuro, una papa caliente sin nada que ordeñar... El impresentable debe haber sido el tercero en la lista de los posibles contrincantes del Turco con la misma devaluada camiseta. Y allá fue. A propósito: ¿Alguien se acuerda de que Menem ganó, fue primera minoría con casi un cuarto de los votos en esa elección a la que renunció a la hora del ballottage? Memoria, plis: este flaco muerto todavía tibio arrimó apenas algo más del veinte por ciento de los votos –segundo, cómodo–, con el nefasto abanico de López Murphy, Rodríguez Saá y Carrió detrás, todos parejitos. Con ese capital electoral miserable –el ilegítimo Illia, cuarenta años antes, juntó lo mismo que el Turco, pero no había segunda vuelta entonces–, con ese misérrimo porcentaje, digo, que además “era-de-Duhalde”, construyó a contrapelo de expectativas y pronósticos agoreros de ser un dócil Chirolita, su propio proyecto político, que es lo más parecido a lo que veníamos esperando desde el regreso a la democracia. Y lo hizo desde la carencia, pero con una vocación de poder y capacidad de construir que hoy, los alcahuetes y/o los cínicos enemigos del proyecto que encarnó y encarna, atribuyen (ecuánimemente) a sus respetables cualidades de “animal político”.
Y es cierto. Pero Kirchner no sólo ha sabido hacer política mejor que los otros en esos términos pragmáticos (acumular fuerzas, aislar al adversario, pegar primero, tomar siempre la iniciativa), sino que la ha hecho con una dirección y un sentido genuinos, porque siempre sentimos, incluso cuando no lo acompañamos, que creía en la política –no como los economistas tecnócratas del liberalismo o los empresarios colados, que sólo creen en la lógica de la empresa o los números de los balances–, que creía en y hacía política como instrumento de cambio, como medio de acceder al gobierno para poder modificar las relaciones con el poder fáctico, y no para servirlo.
Pero yo no quería hablar de eso. Quería hablar de su magnífica condición impresentable. Y terminar con tres rasgos que cualquier imbécil asesor de imagen o de verso equivalente despreciaría: las biromes berretas con que firmaba decretos y rubricaba acuerdos; el traje cruzado fuera de moda y oportunidad, siempre; la tendencia –memorable, desde el primer día, a la salida del Congreso– a zambullirse entre la gente, sacado, regalado.
La verdad, digan lo que digan, Kirchner ha sido un regalo. Generoso, cursi, incómodo, como un velero hecho de caracoles de mar puesto sobre la repisa de la patria. Uno piensa que es para tirar y resulta imprescindible, verdadero, necesario.
Lo vamos a extrañar.
Fuente: Página /12
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jueves, 28 de octubre de 2010
El absurdo previsible de la muerte (por Jorge Cayetano Zaín Asís)
FINAL DE NÉSTOR KIRCHNER
escribe Jorge Cayetano Zaín Asís
especial para JorgeAsísDigital
Confesión de opositor franco.
Desde hace siete años, vivo de Kirchner. Encaro el desafío de explicarlo. Para combatirlo mejor. Con suerte bastante relativa.
45 días atrás, en “Los Arcos” (cliquear), aquí se comparó el drama nacional -representado por la salud de Kirchner- con Valderrama, la zamba de Salta.
“Adónde iremos a parar / si se apaga Valderrama”.
El Furia estaba internado. Malos presagios.
Si Kirchner se “apagaba”, la Argentina -Kirchner-dependiente- penetraba en la zona riesgosa de la incertidumbre.
Se dijo también aquí que “estar contra Kirchner”, era infinitamente más conveniente que “estar sin Kirchner”.
Porque Kirchner nos proporcionaba, al menos, la oportunidad de la pasión.
La iniciativa, como el poder y el ejercicio de la política, exclusivamente le pertenecían.
Sin Kirchner nos amenazaba, entonces, el vacío.
“Entre la Nada y la Pena me quedó con la Pena”.
Lo escribió William Faulkner, en El Sonido y la Furia (pero el hallazgo es de Luis Gregorich).
En un sentido faulkneriano, en la Argentina contemporánea, entre la Nada, Kirchner era la Pena.
Es precisamente el sentimiento -la pena- que me induce a componer el precipitado artículo. Aunque contenga la tonalidad del obituario.
Sacrificio épico
Kirchner se deslizó a través de “la irresponsabilidad imperdonablemente sanitaria” de no cuidarse como correspondía.
“La muerte era un absurdo previsible”, escribió Mario Benedetti.
“Estoy perfecto”, mintió El Furia, al salir de la Clínica Los Arcos. Antes de lo que debía. Con cierta admirable “tendencia hacia el sacrificio épico”. Ver “La silla de Salazar” (cliquear).
“Está más fuerte que nunca”, declaró también algún ministro. Como si el estrago físico pudiera atemperarse con la virulencia de la voluntad.
Tampoco corresponde, a esta altura, reprochar cierta negligencia a quienes lo rodearon. Los colaboracionistas de la irresponsabilidad. Es utópico contener al que es -aceptémoslo- frontalmente incontenible.
A los dos días de la ceremonia del “stent”, El Furia ya estaba en otra ceremonia multitudinaria. En el Luna Park.
Fueron 45 días de convalecencia que nunca podrán analizarse desde el punto de vista orgánicamente físico. Porque su dilema, en definitiva, como su móvil, fue siempre político.
El lapso coincidió con desplazamientos vertiginosos. Y con una sucesión de colapsos.
La calificación de “turritos” a los miembros de la Corte. El corolario del acto equivocado en el Boxing de Río Gallegos. Los mensajes desorientadores.
Las coincidencias temáticamente inquietantes. La colectiva demonización de Moyano, al que acompañó en el acto de River. Y la transformación del segmento del poder. El segmento que había instalado, con sólo dos puntas. En un triángulo.
De encontrarse arbitrariamente sólo, en el reparto con Cristina, de pronto Kirchner percibió que se debía distribuir, en adelante, por tres. Se le incorporaba Scioli. Por los efectos de su grandísima culpa.
El encadenamiento de colapsos culminó con la muerte de Mariano Ferreira. La última semana se le encadenaron los disgustos sucesivos.
En nuestra penúltima entrega, de Serenella Cottani aludía al planificado regreso a Santa Cruz. “De donde nunca debió haber salido”.
A la nostalgia del café en el Hotel Patagónico. Al intento de recuperar el prestigio en aquel sitio originario.
Pero la distancia no ayudaba, según nuestras fuentes, a atenuar la amargura.
La falta de resolución del crimen de Ferreira, al Furia, lo enfurecía hasta la más cruda inconveniencia.
Ese crimen portaba el augurio más funesto. Si para el imaginario colectivo, los cadáveres de Kosteki y Santillán signaron el final de un ciclo, la muerte de Ferreira, con el agravante de las fotografías grotescas, emergía como un exceso para las deterioradas reservas físicas.
Néstor Kirchner ya no volvería -vivo- a Buenos Aires. Encaró desde Gallegos un trayecto más corto pero final. Hacia El Calafate. “El lugar en el mundo”. Donde confluían las anginas presidenciales de La Elegida, con las vísperas del censo. Circunstancias que legitimaban, en el fondo, la toma de distancias. Del escenario central donde se reproducían las imágenes que inducían a la oscuridad. Al ridículo.
Nuestras fuentes indican que Kirchner, entre el lunes y el martes, en su residencia paradisíaca de El Calafate, se sintió mal. Correspondía preferiblemente hospitalizarlo. Trasladarlo, otra vez, hacia Los Arcos. Pero se impuso, según la fuente, una notable reacción. Para figurar en la posteridad.
El censo no podía sorprenderlo, al profesional de la política, en una cama de sanatorio. Era indigno para un estadista de su magnitud. El censo debía sorprenderlo entre los “plenos poderes” de su “residencia en la tierra”, diría Neruda. Junto a su esposa, la Presidente. Pero las fragilidades del cuerpo estragado pudieron más que el comprensible culto a la estrategia. Asomaba la banalidad invasora de la muerte. Venía, esta vez, la absurda, por la previsibilidad del final.
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Néstor y lo que se viene (por Mempo Giardinelli)
Escribo esto en caliente, en la misma mañana de la muerte anunciada de Néstor Kirchner, y ojalá me equivoque. Pero siento dolor y miedo, y necesito expresarlo.
Pienso que estos días van a ser feísimos, con un carnaval de hipocresía en el Congreso, ya van a ver. Los muertos políticos van a estar ahí con sus jetas impertérritas. Los resucitados de gobiernos anteriores. Los lameculos profesionales que ahora se dicen "disidentes". Los frívolos y los garcas que a diario dibujan Rudi y Dany. Todos ellos y ellas. Caras de plástico, de hierro fundido, de caca endurecida. Aplaudidos secretamente por los que ya están emitiendo mailes de alegría feroz.
Los veremos en la tele, los veo ya en este mediodía soleado que aquí en el Chaco, al menos, resplandece como para una mejor causa.
Nunca fui kirchnerista. Nunca vi a Néstor en persona, jamás estuve en un mismo lugar con él. Ni siquiera lo voté en 2003. Y se lo dije la única vez que me llamó por teléfono para pedirme que aceptara ser embajador argentino en Cuba.
Siempre dije y escribí que no me gustaba su estilo medio cachafaz, esa informalidad provocadora que lo caracterizaba. Su manera tan peronista de hacer política juntando agua clara y aceite usado y viscoso.
Pero lo fui respetando a medida que, con un poder que no tenía, tomaba velozmente medidas que la Argentina necesitaba y casi todos veníamos pidiendo a gritos. Y que enumero ahora, porque en el futuro inmediato me parece que tendremos que subrayar estos recuentos para marcar diferencias.
Fue él, o su gobierno, y ahora el de Cristina:
—El que cambió la política pública de Derechos Humanos en la Argentina. Nada menos. Ahora algunos dicen que estar "hartos" del asunto, como otros criticaron siempre que era una política más declarativa que otra cosa. Pero Néstor lo hizo: lo empezó y fue consecuente. Y así se ganó el respeto de millones.
—El que cambió la Corte Suprema de Justicia, y no importa si después la Corte no ha sabido cambiar a la justicia argentina.
—El que abrió los archivos de los servicios secretos y con ello reorientó el juicio por los atentados sufridos por la comunidad judía en los '90.
—El que recuperó el control público del Correo, de Aguas, de Aerolíneas.
—El que impulsó y logró la nulidad de las leyes que impedían conocer la verdad y castigar a los culpables del genocidio.
—El que cambió nuestra política exterior terminando con las claudicantes relaciones carnales y otras payasadas.
—El que dispuso una consecuente y progresista política educativa como no tuvimos por décadas, y el que cambió la infame Ley Federal de Educación menemista por la actual, que es democrática e inclusiva.
—El que empezó a cambiar la política hacia los maestros y los jubilados, que por muchos años fueron los dos sectores salarialmente más atrasados del país.
—El que cambió radicalmente la política de Defensa, de manera que ahora este país empieza a tener unas Fuerzas Armadas diferentes, democráticas y sometidas al poder político por primera vez en su historia.
—El que inició una gestión plural en la Cultura, que ahora abarca todo el país y no sólo la Ciudad de Buenos Aires.
—El que comenzó la primera reforma fiscal en décadas, a la que todavía le falta mucho pero hoy permite recaudaciones récord.
—El que renegoció la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI. Y por primera vez maneja el Banco Central con una política nacional y con record de divisas.
—El que liquidó el infame negocio de las AFJP y recuperó para el Estado la previsión social.
—El que con la nueva Ley de Medios empezó a limitar el poder absoluto de la dictadura periodística privada que todavía distorsiona la cabeza de millones de compatriotas.
—El que impulsó la Ley de matrimonio igualitario y mantiene una política antidiscriminatoria como jamás tuvimos.
—El que viene gestionando un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación industrial evidente, estabilidad de casi una década y disminución del desempleo. Y va por más, porque se acerca la nueva legislación de entidades bancarias, que terminará un día de estos con las herencias de Martínez de Hoz y de Cavallo.
Néstor lo hizo. Junto a Cristina, que lo sigue haciendo. Con innumerables errores, desde ya. Con metidas de pata, corruptelas y turbiedades varias y algunas muy irritantes, funcionarios impresentables, cierta belicosidad inútil y lo que se quiera reprocharles, todo eso que a muchos como yo nos dificulta declararnos kirchneristas, o nos lo impide.
Pero sólo los miserables olvidan que la corrupción en la Argentina es connatural desde que la reinventaron los mil veces malditos dictadores y el riojano ídem.
De manera que sin justificarle ni un centavo mal habido a nadie, en esta hora hay que recordarle a la nación toda que nadie, pero nadie, y ningún presidente desde por lo menos Juan Perón entre el 46 y el 55, produjo tantos y tan profundos cambios positivos en y para la vida nacional.
A ver si alguien puede decir lo contrario.
De manera que menudos méritos los de este flaco bizco, desfachatado, contradictorio y de caminar ladeado, como el de los pingüinos.
Sí, escribo esto adolorido y con miedo, en esta jodida mañana de sol, y desolado también, como millones de argentinos, un poco por este hombre que Estela de Carlotto acaba de definir como "indispensable" y otro poco por nosotros, por nuestro amado y pobrecito país.
Y redoblo mi ruego de que Cristina se cuide, y la cuidemos. Se nos viene encima un año tremendo, con las jaurías sedientas y capaces de cualquier cosa por recuperar el miserable poder que tuvieron y perdieron gracias a quienes ellos llamaron despreciativamente "Los K" y nosotros, los argentinos de a pie, los ciudadanos y ciudadanas que no comemos masitas envenenadas por la prensa y la tele del sistema mediático privado, probablemente y en adelante los recordaremos como "Néstor y Cristina, los que cambiaron la Argentina".
Descanse en paz, Néstor Kirchner, con todos sus errores, defectos y miserias si las tuvo, pero sobre todo con sus enormes aciertos. Y aguante Cristina. Que no está sola.
Y los demás, nosotros, a apechugar. ¿O acaso hemos hecho otra cosa en nuestras vidas y en este país?
Fuente: Página/12
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La vida a cara o ceca (por Beatriz Sarlo)

A las diez de la mañana, la ciudad estaba desierta por el censo. En ese vacío cayó la noticia. Cuatro personas, en un vagón de subterráneo escuchamos que alguien dijo: "Murió Kirchner". A partir de ese instante, la ciudad en silencio se convirtió, retrospectivamente, en un ominoso paisaje de vaticinio. Cuando bajé saludé a quienes habían escuchado conmigo la noticia, quise preguntarles sus nombres porque, como fuera, había vivido con ellos un momento de los que no se olvidan nunca más. En el quiosco de San José y Rivadavia pregunté si era cierto, con la esperanza alocada de que me dijeran que alguien acababa de inventarlo. Fue poderoso, ahora estaba muerto.
Pensé en quienes lo amaban. Su familia, por supuesto, pero ese círculo privado es, como toda familia, inaccesible y sólo se mide con las propias experiencias de dolor, que habilitan una solidaridad sin condiciones. Puedo imaginar, en cambio, la muerte del compañero de toda una vida, que la política marcó con una intensidad sin pausa: la Presidenta conoce hoy la fractura más temida.
Con la intensidad de la evocación marcada por una proximidad que comprendo más, pensé en quienes lo admiraron y creyeron que fue el presidente que llegó para darle a la política su sentido. Recordé a Kirchner en el Chaco, en marzo de este año, y un día después en el acto de Ferro, con la cancha repleta, donde se mezclaban los contingentes de los barrios bonaerenses, las familias completas, las barritas con los bombos, los viejos y los niños, con las clases medias que llegaban sueltas o débilmente organizadas. Lo recordé abrazándose a los chicos de un barrio pobre del Gran Buenos Aires, donde aterrizó su helicóptero, bajó corriendo y empezó a caminar como si llegara tarde a una cita. Se movía por las calles de tierra y cascotes como quien siente que la vida verdadera está en esos contactos físicos, abrazos rápidos pero vigorosos, tironeos, gritos; los chicos lo seguían como una nube, jugando; era fácil tocarlo, como si no existiera una custodia que, sin embargo, trataba de rodearlo mientras todo el mundo se sacaba fotos.
A fines del siglo XX nada anunciaba que la disputa por ocupar el lugar del progresismo iba a interesar nuevamente salvo a los intelectuales o a los pequeños partidos de izquierda. Kirchner introdujo una novedad que le daba también su nuevo rostro: se proclamó heredero de los ideales de los años setenta (al principio agregó "no de sus errores"). En 2003, llegó al gobierno marcado por una debilidad electoral que Menem, dañino y enconado, acentuó al retirarse del ballottage y no permitirle una victoria con mayoría en segunda vuelta. La crisis de 2001, pese al intervalo reparador de Duhalde, no estaba tan lejos en la memoria, mucho menos de la de Kirchner, que encaraba su gobierno con poco más que el veinte por ciento de los votos. Su gesto inaugural, el mismo día de la asunción, fue hundirse en la masa que lo recibía, como si ese contacto físico provocara una transferencia. Kirchner ocupaba por primera vez un lugar en la Plaza de Mayo y terminaba, junto a su familia, mirándola desde el balcón histórico; en la frente, una pequeña herida, producida en la marea de fotógrafos.
La escena es un bautismo. Kirchner comenzó su presidencia con un golpe en la frente porque se lanzó a la multitud que estaba en las calles, entre el Congreso y la Plaza de Mayo; se lanzó como quien corre hacia el mar el primer día del verano, con impaciencia y sensualidad, gozando ese cuerpo a cuerpo que es el momento amoroso de la política.
Pensé entonces en las escenas que, pese a ser una opositora, me había tocado vivir. En las escenas de masas, donde no hay sólo acciones que se aprueban o se critican, se percibe un más allá de la política que la convierte en experiencia y en alimento sensible. Kirchner, un duro, gozaba con esa afectividad intensa que a sus ojos seguramente refrendaba el pacto peronista con el pueblo. Pero no pensé sólo en esos cientos de jornadas en que Kirchner había pisado la tierra o los lodazales de los barrios marginados, donde era recibido con una alegría que superaba la gestión de los caudillos locales, porque alguien, un presidente, llegaba a ese confín donde vivían ellos, unos miserables.
Pensé también en los que formaron el lado intelectual del conglomerado que armó Kirchner. Con ellos he discutido mucho en estos años. Sin embargo, me resulta sencillo ponerme en su lugar. Muchos vienen de una larga militancia en el peronismo de izquierda; vivieron la humillación del menemismo, que fue para ellos una derrota y una gigantesca anomalía, una enfermedad del movimiento popular. Cuando los mayores de este contingente representativo ya pensaban que en sus vidas no habría un renacimiento de la política, Kirchner les abrió el escenario donde creyeron encontrar, nuevamente, los viejos ideales. Pensé que se engañaban, pero eso no borronea la imaginación de su dolor.
El furor de Kirchner en el ejercicio del gobierno transmitía la eléctrica tensión de la militancia setentista; para muchos, era posible volver a creer en grandes transformaciones, que no se enredaran en el trámite irritante y lento del paso a paso institucional. Y creyeron. Entiendo perfectamente esas esperanzas, aunque no haya coincidido con ellas. Conozco a esa gente, que se identifica en Carta Abierta, pero la desborda. Pensé en ellos porque cuando un líder político ha triunfado con el estilo de la victoria kirchnerista, su muerte abre un capítulo donde los más mezquinos y arrogantes saldrán a cobrar deudas de las que no son titulares, pero otros padecen el dolor de una ausencia que comienza hoy y no se sabe cuándo va a aflojar sus efectos. La muerte no consagra a nadie ni lo mejora, pero permite ver a quién le resulta más dura. Los que soportamos muchas muertes políticas sabemos que sus consecuencias pueden ser de larga duración.
Imposible pasar por alto la desazón de quienes se entusiasmaron con Kirchner. Sería no comprender la naturaleza del vínculo político. En las manifestaciones de 1973 marchaban viejitos con fotos de Eva que, amarillas y cuarteadas, probaban su origen de casas populares construidas en 1950. No sabemos si habrá fotos así de Kirchner en movilizaciones futuras. Pero su impacto en la sensibilidad política quizá se prolongue. Esto no excluye los balances de su gobierno sino que, precisamente, los volverá indispensables. Kirchner será un capítulo del debate ideológico e histórico. Una forma de la posteridad, tan duradera como la dimensión afectiva de esa gente de los barrios más pobres y de quienes lo apoyaron con su actividad intelectual. Maestra implacable, la muerte nos hará trabajar durante años.
La muerte de Kirchner fue súbita y filosa. Hay una frase popular: murió con los zapatos puestos, no había nacido para viejo. Hay otra, pronunciada en un pasado lejano donde todavía se decían frases sublimes: "¡Qué bella muerte!". Bella, aunque injusta y trágica, es la muerte de un hombre que cae en la plenitud de la forma, un hombre a quien no maceró la vejez ni tuvo tiempo de convertirse en patriarca porque murió como guerrero. Sin haberlo conocido, me atrevo a pensar que Kirchner se identificó siempre con el guerrero y nunca con el patriarca.
La medicina explica con todas sus sabias precisiones que Kirchner debió "cuidarse", que su cuerpo ya no podía soportar los esfuerzos de una batalla concentrada y múltiple. Pero una decisión, que no llamaría sólo psicológica sino también un ejercicio de la libertad, fue que Kirchner eligió no administrarse ni tratar su cuerpo como si fuera un capital cuya renta había que invertir con cuidado. Gastaba. Vivió como un iracundo. Ese era justamente el estilo que se le ha criticado. Tenía un temperamento, y los temperamentos no cambian.
Concebía la política como concentración potencialmente ilimitada de poder y de recursos y no estuvo dispuesto a modificar las prácticas que lo constituían como dirigente. Kirchner no podía ser cuidadoso en ningún aspecto. No se aplacaba. Gobernó sin contemplaciones para los que consideró sus opositores, sus enemigos, sus contradictores. Tampoco se ocupó de contemplar su debilidad física cuando se lo advirtieron. Como político no conoció el intervalo de la tregua; sin tregua manejó el conflicto con el campo y con los medios; la tregua es el momento en que se negocia y Kirchner no negociaba, no administraba sus objetivos, los imponía o era derrotado. No delegaba funciones. Fue, paradójicamente, un calculador que confiaba en sus impulsos, un vitalista y un voluntarista que se pasaba horas haciendo cuentas.
En su primer discurso, cuando juró frente al Congreso, dijo: "Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos, con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes". Sin embargo, esas palabras, que no hay elementos para juzgar insinceras en ese entonces, no le dieron forma a su gobierno.
Kirchner definió un estilo que, como sucede con el liderazgo carismático, es muy difícil de transmitir a otros. El líder piensa que es él el único que puede bancar los actos necesarios: él garantiza el reparto de los bienes sociales, él garantiza la asistencia a los sumergidos, él sostiene el mercado de trabajo y forcejea con los precios, él enfrenta a las corporaciones, él evita, en solitario, las conspiraciones y los torbellinos. El liderazgo es personalista.
La Argentina tiene, como tuvo Kirchner, una oscilación clásica entre la reivindicación del pluralismo y la concentración del poder. Como presidente, Kirchner eligió no simplemente el liderazgo fuerte (quizás indispensable en 2003) sino la concentración de las decisiones, de las grandes líneas y los más pequeños detalles: tener el gobierno en un puño. Consideró el poder como sustancia indivisible. Con una excepción que marca con honor el comienzo de su gobierno: la renovación de la Corte Suprema, un acto de gran alcance cuyas consecuencias van más allá de la muerte de quien tuvo el valor de decidirlo.
El poder indivisible es fuerte y débil: su fortaleza está en el presente, mientras se lo ejercite; su debilidad está en el futuro, cuando las circunstancias cambian. Así como Kirchner no administraba con cautela su resistencia física, tampoco fue cauteloso en el ejercicio de su poder. Frente a la desaparición de quien concebía el poder como indivisible, se aprestan las fuerzas y los individuos que quieren creer que ese poder pasa intacto a otra parte, lo cual sería una equivocación, o los que creen que se acerca un nuevo reparto.
Kirchner murió cuando en el horizonte cercano se insinuaba la posibilidad de un reparto de ese poder indivisible. Las elecciones de 2009 cambiaron las representaciones partidarias en el Congreso. Esa fue una experiencia nueva dentro de los años kirchneristas. Entre la negociación y el veto, entre retirar un proyecto propio y adoptar el de un aliado, se había empezado a recorrer un camino que mostraba cierto cambio de paisaje, obligado por la relación de fuerzas. El poder del Ejecutivo tenía una contraparte que no había pesado hasta 2009 y, en 2010, vendrán las elecciones nacionales. El poder indivisible necesitaba victorias, primero dentro del propio movimiento justicialista, batalla que Kirchner ya estaba calibrando.
Kirchner no era sólo un voluntarista sino también un inspirado. Salvo un apresurado que supiera poco, nadie en esa próxima competencia podía estar seguro de que podía desplazarlo. Su inteligencia y su iniciativa causaron siempre la admiración de sus amigos y la expectativa de sus opositores. Estas últimas semanas de su vida estuvieron bajo el signo de las exploraciones, las encuestas y los pálpitos electorales. Como cualquier político que había tocado el éxito y la popularidad en muchos momentos, Kirchner no quería alejarse de la cabina de mando. Creía que él era la única garantía, incluso la única garantía de su propio futuro. Surgido del peronismo, Kirchner no se sentía seguro con las declaraciones de lealtad y desconfiaba de las disidencias que, a sus ojos, encubren traiciones.
Todos, amigos y enemigos, estaban seguros de que algo debía suceder en los próximos tiempos. Sucedió esta muerte que, como toda muerte inesperada y temprana, cortó el curso de las cosas, pero un destino propicio hizo que Kirchner muriera sin conocer una derrota decisiva. Kirchner, muchos lo aseguraban, vivía en el límite de las apuestas a cara y ceca, perder todo estuvo siempre inscripto dentro de las posibilidades. Fue un político de alto riesgo, no un jefe cuya cualidad principal fuera la prudencia. Fue también un político afortunado. Y murió antes de que su imprudencia venciera a la fortuna.
Junto con la renovación de la Corte Suprema hay otro acto de reparación histórica que nadie podrá negarle: después de la derogación de las leyes de impunidad, Kirchner apoyó con su peso personal e institucional la apertura de los juicios a los terroristas de Estado. Hizo su escudo protector con los organismos de derechos humanos hasta convertirlos en articulaciones simbólicas y reales de su gobierno. Como sucedió siempre con Kirchner, el apoyo a que las causas obtuvieran sentencia se entreveró con la política que inscribió a las Madres y Abuelas en la trinchera cotidiana. Kirchner, hasta hoy, ofrece esos balances complicados. Igual que su afirmación latinoamericanista: reivindicó la idea de una nación independiente y soberana, pero dirigió o permitió peleas tan declarativas como inútiles; como secretario de la Unasur, tomó una responsabilidad que cumplió contra muchas predicciones.
Fin de un acto que lleva su marca. Fue la obsesión amada o temida, desconfiada o combatida de muchos. Pocos políticos tienen la fortuna de marcar la historia de este modo. En la turbulencia que produce la muerte, antes de la claridad que llega con el duelo, no es posible saber si el kirchnerismo será un capítulo cerrado. La muerte convoca a los herederos, los legítimos y los que piensan que, en realidad, no son herederos sino titulares de un poder perdido o entregado de mala gana. También falta definir del todo cuál es la herencia y si es posible que pase a otras manos. La memoria de Kirchner puede convertirse en política o en historia. Lo segundo ya lo tiene asegurado con justicia.
Fuente: La Nación
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Etiquetas: Beatriz Sarlo, Néstor Kirchner
jueves, 9 de septiembre de 2010
Vientre profeta sin tiempo [Miguel Ángel Bustos]
Yo no soy de ningún siglo.
mi delirio.
Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra.
Pero cuando muera, el profeta que hay en mí se alzará
como un niño sin moral y sin patria. Un niño loco con lengua
de alaridos. Entonces amanecerá en el millón de Galaxias.
Madres del futuro; cuidado; cuando muera puedo volver.
Entonces, ay, vientre que me aguardas, dulcísima catedral
de tinieblas.
//////////////////////
Fragmentos
27
Una vez, al mirar por una ventana entré en un sueño. Las cosas, los seres y la luz ante mis ojos tomaron la maravillosa forma del sueño. Se cubrieron de una niebla dorada y triste. Sobre todo y todos había un gran silencio. He quedado preso sumergido, alucinado por esta luz y este viento que vienen de un abismo desconocido. ¿Querrá alguien cubrir con una boca desesperada, con unos ojos vacíos el portal que da a la vigilia? ¿Querría, quien sabe quién, si yo se lo pido tiernamente, degollar el día?
28
Rosas de futuras primaveras, atención que me llevo el sol.
37
Tu campo lo siento.
Tienes carne de cobalto, boca de fuego, tu memoria una selva de cristales.
Yo soy tu mar.
Yo soy tu ahogado que clama en el abismo del tiempo.
Miguel Ángel Bustos (del libro Visión de los hijos del mal, 1967)
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jueves, 19 de agosto de 2010
El canto del viento
Corre sobre las llanuras, selvas y montañas, un infinito viento generoso.
En una inmensa e invisible bolsa va recogiendo todos los sonidos, palabras y rumores de la tierra nuestra. El grito, el canto, el silbo, el rezo, toda la verdad cantada o llorada por los hombres, los montes y los pájaros van a parar a la hechizada bolsa del Viento. Pero a veces la carga es colosal, y termina por romper los costados de la alforja infinita.
Entonces, el Viento deja caer sobre la tierra, a través de la brecha abierta, la hilacha de una melodía, el ay de una copla, la breve gracia de un silbido, un refrán, un pedazo de corazón escondido en la curva de una vidalita, la punta de flecha de un adiós bagualero.
Y el viento pasa, y se va. Y quedan sobre los pastos las "yapitas" caídas en su viaje.
Esas "yapitas", cuentas de un rosario lírico, soportan el tiempo, el olvido, las tempestades. Según su condición o calidad, se desmenuzan, se quiebran y se pierden. Otras, permanecen intactas. Otras, se enriquecen, como si el tiempo y el olvido –la alquimia cósmica– les hiciera alcanzar una condición de joya milagrosa. Pero llega un momento en que son halladas estas "yapitas" del alma de los pueblos. Alguien las encuentra un día.
¿Quién las encuentra?
Pues los muchachos que andan por los campos, por el valle soleado, por los senderos de la selva en la siesta, por los duros caminos de la sierra, o junto a los arroyos, o junto a los fogones. Las encuentran los hombres del oscuro destino, los brazos zafreros, los héroes del socavón, el arriero que despedaza su grito en los abismos, el juglar desvelado y sin sosiego.
Las encuentran las guitarras después de vencido el dolor, meditación y silencio transformados en dignidad sonora. Las encuentran las flautas indias, las que esparcieron por el Ande las cenizas de tantos yaravíes.
Y con el tiempo, changos, y hombres, y pájaros, y guitarras, elevan sus voces en la noche argentina, o en las claras mañanas, o en las tardes pensativas, devolviéndole al Viento las hilachitas del canto perdido.
Por eso hay que hacerse amigo, muy amigo del Viento. Hay que escucharlo. Hay que entenderlo, Hay que amarlo. Y seguirlo. Y soñarlo. Aquel que sea capaz de entender el lenguaje y el rumbo del Viento, de comprender su voz y su destino, hallará siempre el rumbo, alcanzará la copla, penetrará en el Canto.
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miércoles, 28 de julio de 2010
ABAJO DEL AGUA (por Santiago Llach)
Perlongher
El agua es la base misma de la vida.
En el baño, en el techo hay caracoles,
cucarachas. La cucaracha expectante,
no la mato. Es Necochea, Buenos Aires.
Me vine a vivir cuando llegó el cable,
no hay casetas de guardia en las esquinas.
Acá el invierno es helado.
Dice F. Vena: "Yo no aprieto en las placitas
ni me cojo bichos raros". Yo tampoco.
Se detiene casi pero finalmente
se impone sobre el tendido
transversal de las vías y avanza.
M.R. Trelles dos mil ochocientos.
Pared pintada especial, blanco y
grandes letras entre comillas,
PAVÉ y a un lado, más chicas
sin comillas,
LADRÓN.
Un tipo con cara de rana en el bar Las Vegas de Santa Fe y Agüero
rodeado por una chica con cara de animadora de televisión
y por otro con la voz de cucharita de Joe Pesci.
Carro metálico de botellero
para que un hombre parecido a Jorge Born
(cuando estaba secuestrado) lo arrastre vacío,
inclinado hacia atrás.
Una heladera apenas reconocible,
tres bolsas de nylon con logotipos
de Ipako llenas de un cable
tensor, cañamazo de miles
de líneas de alambres, líneas de puntos.
Del conductor al conductor
de un camión de nafta Shell:
"Todo tranqui, no te veo
más por allá".
Se bebe para apagar la sed.
Se bebe
para apagar la sed.
Una mujer con hijos
camina por ahí.
Una mujer embarazada
frente a una disquería
de vidriera azul.
Volver del trabajo un sábado
a las 7 de la mañana en el tren
y mirar. Suena el teléfono y un tipo
pide por alguien con mi nombre.
¿Vos sos el primo de Mafalda?
¿Mafalda?, pienso. Llama de Castelar,
está llamando a todos los hombres
que figuran en la agenda de su esposa.
Un tipo con cara de rana
en el bar Las Vegas de Santa Fe y Agüero
sentado junto a una chica con cara de animadora de tv
y enfrente
de la chica
un tipo que le dicta al otro una lista de hoteles,
nombre, dirección, teléfono.
Subo a General Paz
por la curva donde la otra vez pegué un palo.
Un cabeza corre por los jardines
que hay ahí
en cueros y otro
-son las 3 de la mañanaatrás
le grita peleá,
ortiba.
Estas líneas onduladas sobre los monumentos son el signo del agua.
Vine con lo puesto,
a veces amigos
traen alguna buena para vender o comer.
Una tipa con cara de animadora infantil
que en lugar de tener colgados esos niñitos de oro planos
con el nombre de los hijos
que tienen las señoras tiene
dos colgantes muy parecidos
pero no tiene hijos ni esposo
ni compactera ni nada.
El amor unas piernas donde se ve
lo que nadie puede ver.
Las chicas a las que yo siempre les tuve mucho afecto
ahora cojen con otros.
¿Cómo hago para calmar esta rabia?
Una chica come pizza con una gorda
y estudian. El tipo es recaderón... es reputo,
dice. No entiendo, no entiendo, habla
a la velocidad del rayo.
Usa zapatillas puma.
Finjo desear las cosas
que menos me interesan.
Con Juan nos quedamos una siesta
apoyados contra un alambre
en la parte de atrás de la casa de La Rioja
e hicimos la cuenta, después,
habíamos comido
14 duraznos, 20 manzanas y uvas
de la finca de Ángel Larguía.
Durante mucho tiempo se ha creído
que el agua es un cuerpo simple.
Sandra me regaló un muñequito de Luca
haciendo fuck you y yo lo miro,
hace equilibrio en un sobre de azúcar
que dice Necochea, Buenos Aires.
La mina con cara de animadora infantil
se caga de risa cuando un tipo en el bar
viene a pedir plata, un tipo
que tiene sida.
La debilidad fortaleza.
Gente que limpia baños.
Gente que levanta ladrillos.
Gente que va
con enormes cajas de lata
a cortar uvas y tirarlas
en el acoplado de un tractor.
En un barco, una suerte
de barco nos fuimos
un sábado a pasear por el río
Hugo Sandra Laura Vicky el Vasco
Magda el Ruso el Tano Luisa Vaca
Nagy Charly Marina y yo.
El agua líquida como el tipo perfecto
del cuerpo fluido,
fluido.
La barra sentada en las barandas
naranjas que separan
a la vía de la vereda estrecha. El color,
que se pierde, es reciente, responde
a alguna etapa de algún gobierno,
la llamada primavera alfonsinista o los estertores
de la dictadura militar.
Hay como una cierta luminosidad con franjas
en donde lo que un día iba a acabar, no acaba nunca.
Hacía calor cuando salí
pero te aseguro que nadie anda en remera
ahora, por acá.
Soy de clase media,
ni los sueños más elementales pude cumplir,
culearse a una chica del Orleans
o ir una noche a Help de Copacabana.
No tengo droga, ninguna droga.
Acá no hay dentaduras perfectas, los dientes
muestran el carácter discreto de sus elementos,
las mierditas que medran
alrededor del pensamiento de los viejos.
La sed de los tejidos. La sed.
La sed de los tejidos.
Nunca sentí la mayor o menor escasez.
Tus ojitos chinos contra un cable y famosos
vagones del ferrocarril, contenedores,
en verdad, donde cabe todo,
hasta lo más deforme.
Con una especie de adolescencia íntegra, supuesta,
una chica dijo
adicto significa no dicho.
Inventaba etimologías,
como el mono que habla,
el de la televisión.
El hotel Regent
-enfrente de la EG3
donde a la noche paran los taxidonde
paran los pescados más duros
de la ciudad,
los tipos cuyas hijas
se compran botitas negras en el shopping de Salguero
y piensan con sinceridad
que toda su vida la van a dedicar al arte.
El arte: leía fanatizado una revista de poemas
y lo que más le extrañaba
que tipos aparentemente duros, fuertes
escribieran todo el tiempo cosas como
"la cara de manzana de Paquita".
El chico estaba medio débil,
era de barrio e impresionaba
por el paisaje alrededor.
Como la ciudad, una parte.
Barro en las venas.
Un lugar, un círculo
verde en el mapa de Buenos Aires
alrededor del cual hay vías, containers,
fábricas, bares, canchas de fútbol y santerías:
Chacarita. Lugares calientes,
hogares donde hubo cierto despojo,
chicas lindas en bares baratos.
Estasis: detención o estancamiento
de un líquido que circula por el cuerpo.
El agua es, efectivamente,
el origen de la vida.
Los que aluden con metáforas:
gente que rompió con el peronismo y ahora
laburos de 3 lucas
que dejen ir tirando
mientras se charla en pizzerías
de avenida Belgrano para el sur.
Mis bisabuelos, lecheros,
ferreteros, marineros.
Tiene quince y baila en las bailantas.
Una tipa con cara de Flavia Palmiero,
la dentadura pálida
y la campera de cuero
con brocados bucólicos
tipo taxi boy.
Uno con remera de Lemmy de Motorhead,
mangas cortadas,
reparte angustia reparte pan
en una bicicleta camión que heredó de su madre,
una dama inglesa.
Frases: la guerra es continua,
la belleza interna equilibra la belleza de afuera,
la representación debe salir del cuadro.
Más frases: Carolina, la puta de las tropas.
Todas las tardes mi viejo tomaba fernet con coca.
La coca es empalagosa.
Ser el pájaro Caniya, el hijo del viento.
Hablar con largos, graves "beee...".
En el mar donde se originaron
las primeras células vivas.
La chica presume de un halo poético.
Habla, taladra mi cabeza.
Mi cabeza no la soporta.
Deseo es de-sum,
lo que deja de ser, manda.
Manda fruta. Mis deseos son fuertes, fuertes.
Hay que hacer gala absoluta del principio de inocencia
porque la moral no tiene sangre, por dios:
la adicción es un problema de este tiempo.
Mandan fruta.
Qué raro: es como el sol, de noche.
Al sereno. Ningún habitante de la república,
ni ebrio ni dormido...
Chicas altas, un poco estruendosas,
cortadas con la tijera
revista dominical de Clarín.
La tinta se acaba, como todo.
La merca se acaba, la vida es fascista.
En la casa de mi abuela
en Necochea, Buenos Aires,
en el techo hay cucarachas,
no hay guardianes.
Algunas aguas huelen
a "huevos podridos".
Vive en el barrio de las ratas hawaianas.
Les dicen así por el supermercado.
El paso a nivel lo cerraron, el desvío
es por Boyacá. Una vez y otra
el mismo recorrido,
Barrancas-Pompeya-Barrancas.
Con Nagy
no nos apartamos de una cosa normal,
deforme. Accedemos así al arte.
Como nuestras madres,
Magdalena y Gloria.
Accedemos así al arte.
Hay un momento en que hay una brecha
pero esa brecha se extiende
a lo largo del tiempo y el cuerpo
se desdobla, resiste
a ser transportado en una sola dirección.
Acá no llueve nunca. Tampoco nieva,
ni graniza.
Hace 3 años
cuando dejé de trabajar en la agencia
empecé a ir todas las mañanas de verano
al paseo de la costa.
El propio suelo sigue siendo estéril o se cubre
de una vegetación vigorosa y de frutos abundantes
según que se siembren cereales cuyas raíces
al no sobrepasar la capa superficial
se marchitan en las sequías
o que se planten árboles cuyas raíces
se hunden profundamente en la tierra.
Tengo una confusión en el estómago,
hoy comí esa mierda de shot.
En un espacio reducido
se junta gente de piel naranja,
viejos de cincuenta.
Gente olvidándose una
y otra vez la marchita del mundial
78
mientras camina por la calle
en la mañana siguiente al día más frío del año.
Moreno sabe de fechas,
tiene la memoria como una rejilla.
Aparte "cojer te pone triste"
dijo una vez.
Nacés en una familia, lo que te espera no es demasiado,
un padre y una madre, a veces.
Coreano llevando un bebé,
3 señores con el codo en la barra
como si fueran grandes generales
hablan de la segunda guerra mundial.
Dejar constancia de absolutamente todos
los detalles.
Se murió mi tía, cuando pase un año
más o menos quiero ir a visitar su tumba en Chacarita.
Después murió mi tío. Eran los hermanos
de mi abuela.
Se te duermen las encías y el beso contagia,
con la otra.
Dos bolivianos con ropa de bailanta,
zapatillas New Balance o adidas, conversan.
Uno se agarra del semáforo,
todo el tiempo hablan mientras esperan el colectivo.
Una señora con 2 hijas colgadas llega y tapa
la visión de los dos bolivianos.
No soportaría otro fracaso.
Un panzón con ojotas
pedir mangos en Juan B. Justo y Gaona
hoy algo hago
tu novio
los trenes cuando eran del estado.
La fragmentación hace cagadas,
estoy contento porque acabo de inventar
la máquina que producirá otro poema.
El río corría en una llanura cubierta de laderitas
y horadaba en ellas
lentamente su lecho.
Me pelé y eso tampoco vino mal.
Vino malo, vino carlón, el tetra de antes.
Guitarra y coperío a discreción.
A los dieciséis fui a Nonogasta con Chula
y ahí tuve los orgasmos más vírgenes.
El viejo pide otra sprite.
¿Beberemos rocío?
Wálter confesó que sacaba
las fotos de Adrián de la repisa.
Almeyda, el mismo que erró el penal el año pasado.
Chicas se preocupan por su futuro y sin embargo
historias de personas que conozco
conozco bastante
pero a las que nunca saludo
nunca saludé
ocupan un lugar en mi memoria.
Esas chicas blindadas, unívocas.
Estamos en norteamérica,
pobre.
Las chicas con apellidos alemanes o judíos
inventan etimologías.
El reloj que Sandra me regaló
dejó de funcionar.
El disco viejo que le regaló
a Wálter también, está rayado, hace rato.
Uno no puede reconocer todo lo que quiere
si no se transforma en un idiota.
Un plomero,
casas con gente,
la reacción lenta del público
cuando se da cuenta de que Clapton toca Layla.
Una chica fea, tan fea
que en su cuerpo no cabe ningún deseo
salvo el deseo más hondo de una mujer.
Me acuerdo haberlo visto al Renacuajo
salir del CASI con una banda
gritando dale bulón, dale bulón
y eran los más locos de todos.
En el viaje de egresados
le mostraron un montoncito de harina
y el narigón lo más contento
empezó a pegar, soplando.
No hay dolor, no hay penetración, no hay sueño.
No cualquiera empolla un huevo.
Travestis de ojos vidriosos muy perforados
y chicas que nunca supieron cuán boludas
las considerabas.
Las mariposas y los pajaritos
apagan su sed con una gota de rocío.
Gente que pasa debajo de las escaleras
desafiando a la mala suerte.
Hubo un tiempo, vestías tan fino
ahora ya no hablás tan fuerte,
fuiste a los mejores colegios, está bien
pero tenés que acostumbrarte.
¿Cómo se siente?
No te dabas vuelta, sos invisible ahora,
no tenés secretos.
Tacos de polo expuestos
en un negocio de corbatas.
¿Ustedes en castellano tampoco usan verbos?,
pregunta mi profesora de alemán.
No hay códigos, una cagada.
Al final la única diferencia es continua,
todo sigue, no para.
Las medidas del rocío son difíciles
y raras. No beberemos agua sintética,
hay que buscar otra cosa.
Sólo queda el mar para beber.
Santiago Llach
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jueves, 15 de julio de 2010
Sensación provocada por una chica tirándose por un tobogán amarillo (por Franco Del Fabbro)
Cuando tu alma esté un poco triste
y las flores de tus manos sostengan rayos
de un Sol blanco, verde, azul o bayo…
Cuando tu corazón, que de violín se viste
y se escape con unos pájaros ajenos,
ahogado en canciones lentas y de fuego,
permitile venir a jugar este juego
que no es ni tan malo ni tan bueno;
pero alcanza para historias de colores,
de ruidos musicales y de sabores,
de otros pájaros tendidos en atardeceres
muy colmados de ciertos placeres.
Dejalo que se acueste entre caracoles.
Abandonalo, él sabe lo que quiere.
Franco Del Fabbro
http://albuenvino.wordpress.com/
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jueves, 1 de julio de 2010
Picado grueso - nota de la revista Ñ a tres futboleros que piensan, o a tres que piensan el fúlbo

¿A quién representa esta Selección?
Pablo Alabarces: A los espónsores oficiales... Hay mucho más, pero si uno se olvida del hecho de que es una mercancía, lee mal las cosas. El mayor discurso sobre la Selección lo están marcando las publicidades. Es un primer dato.
Juan Sasturain: Sí, pero creo que sigue representando las expectativas de gran parte de la población. Tiene que ver con las esperanzas, las ilusiones, las voluntades. Yo siento unas ganas muy profundas de que juguemos bien y de que nos vaya bien. Y dicho en plural porque lo siento así.
Martín Kohan: Para mí no representa estrictamente a la Argentina sino a la argentinidad. Me parece que hay que pensarlo en términos de representación de un país, de cierta mitología, de cierto imaginario de país. Me parece que lo que se pone en juego es la argentinidad: o sea, toda la maquinaria de fantasías colectivas, mitos, utopías, frustraciones...
Alabarces: Lo que dije tenía el sentido de provocación exasperada porque el fútbol hoy está instalado sobre el discurso de la pasión por todos lados, y entonces creo que los hinchas sostienen que la pasión no se compra ni se vende. Y todos los días los espónsores, el negocio demuestran que la pasión se compra, se vende, se alquila, se subalquila, etcétera.
Kohan: Se fabrica.
Alabarces: Claro y que esa contradicción esté siempre presente me parece importante. Uno se relaciona con el fútbol de una manera no racional.
Sasturain: Perdonáme, Pablo, yo no hablaría de pasión sino de sentimiento, que es un poquitito menor. No es lo mismo, creo que tiene que ver con la referencia de los sentimientos.
Alabarces: Mirá, le pasó a mi hijo mayor con el que vimos juntos la eliminación de Argentina con Suecia en el 2002; el pibe tenía 15 años, ya era un tipo grandote y lo tuve que consolar.
Sasturain: ¿Y a vos quién te consoló?
Alabarces: No, no, yo tenía que guardar la racionalidad porque era el adulto, y el que le tenía que explicar que a pesar de todo sólo es fútbol. Entonces entiendo lo de la emoción también biográficamente. La representación de la argentinidad es distinto a lo de hace cuatro años porque el retorno de Maradona permite poner otras cosas en juego y lo complica más con esa cosa peronista de Maradona en el sentido de decir nacional popular, etcétera. Creo que además, también en este Mundial en particular, aparece otra figura que también trabaja mucho sobre eso, que es Tévez. No en vano los medios lo están presentando como el jugador de la gente, del pueblo.
Sasturain: El jugador del pueblo. Carlitos tiene algo de eso. Tiene que ver con ese conjunto de construcciones imaginarias que constituye la argentinidad...
Kohan: Generan realidad porque generan estados de ánimo, reacciones.
Alabarces: Cuando se corrió Maradona de la cancha, lo que apareció fue puro tribalismo. La Selección era algo que no le importaba demasiado a nadie porque los hinchas estaban demasiado cargados sobre su afición local, su afición tribal, y la Selección había pasado a ser una extracción en la cual nadie podía creer demasiado.
Kohan: ¿Y eso no lo ves ahora?
Alabarces: Creo que respecto de 1998, 2002, 2006, que es la serie de mundiales sin Maradona, éste es su regreso y la aparición de una figura como Tévez vuelve a cargar cierto sentido de lo nacional con más facilidad.
Kohan: Yo confieso que ese mecanismo básico, que es una instancia superior, nacional, superadora, que disuelva las diferencias internas y por lo menos suspende las diferencias hacia adentro para una identificación superior, colectiva en lo celeste y blanco, y la Argentina, etcétera, a mí, con la Selección, no me funciona. Eso a mí me queda completamente supeditado a Boca, de una manera sumamente extraña porque a mí el fútbol me encanta y le dedico un tiempo que le dedico a pocas cosas. En cierto sentido yo confieso que para mí el fútbol queda suspendido hasta agosto.
En esta charla sobre fútbol todavía no surgió el nombre de Messi...
Sasturain: No.
¿Por qué?
Alabarces: La explicación de Messi es puramente futbolística. En Messi no está esa capacidad simbólica que tuvo Maradona, que puede tener Tévez.
Sasturain: Muy raro lo de Messi, esa maravilla de jugador es muy raro, no es un jugador argentino.
Kohan: No funciona como tal.
Sasturain: Nunca ha jugado acá. A mí me encanta, me parece que es un crack. Pero no es un jugador argentino...
Kohan: Hay un dato objetivo definitorio. El tenía un problema orgánico de crecimiento y requería un tratamiento que acá no le daban.
Sasturain: Lo hubieran discriminado, diciendo ese petiso.
Alabarces: Exactamente.
Kohan: El tratamiento para el crecimiento es algo que toca un mito argentino, sobre todo en la zona del litoral, que es que en este suelo fértil todo lo crece y Messi no crecía...
Alabarces: Exactamente, el mito argentino. Roberto Da Matta, antropólogo brasileño, decía "uno miraba la foto de los jugadores argentinos en los 40 y decía están llenos de proteínas".
Kohan: Claro, la idea de que en este suelo echás algo y crece. En Barcelona lo adoran, pero al mismo tiempo no dejan de marcar que no se le pegó el más mínimo acento y eso que fue allá de chico. Para el fútbol y para la manera en que nosotros podemos activar un tipo de adhesión, no tenemos donde ponerlo, efectivamente.
Sasturain: Pareciera que tiene muchas ganas de empatar su performance.
Alabarces: Ya ganó todo lo que podía ganar, pero la Copa del mundo es la Copa del mundo. Uno no se inscribe en la historia sin una Copa del mundo, la única excepción es Di Stéfano.
Sasturain: No es absolutamente novedoso, pero el que ha llegado ahora es Rooney (Inglaterra). Cómo me gusta. Qué jugador.
Alabarces: Ese es argentino. Petiso, cabezón y patotero.
¿Y Bilardo de qué juega?
Sasturain: Está su espíritu y ese es el aspecto al cual más le temo.
Alabarces: Hay poco, no voy a decir ojalá hubiera más bilardismo, pero por lo menos para ir mejor en defensa. Creo que Maradona de Bilardo saca algo de retórica, nada más.
Kohan: Y, además, la retórica de Bilardo es intransferible porque tenés que tener esa dificultad psíquica que él tiene con el lenguaje, si no tenés eso no lo podés reproducir. Me parece que funciona como tótem, o sea, es una especie de emblema quieto, a contemplar, suscita, en el entorno, una mezcla rara de temor, respeto, veneración y distancia.
Sasturain: Para mí fue muy revelador el festejo de las eliminatorias, esa paranoia... El incentivar la paranoia, inventarse un enemigo, que evidentemente hizo, potenciarlo, toda esa cosa de construcción paranoica...
Kohan: Esa noche de la clasificación en el estadio Centenario Bilardo tiene como un desfasaje de temporalidad. Estaba saldando cuentas con Zubeldía, del año 86. Tiene capas de temporalidad muy raras, no sabés exactamente en qué frecuencia temporal estaba reaccionando: si con Clarín deportivo del 84, del 85, del 86, si con su enfrentamiento con Bernao de Independiente...
Alabarces: Al mismo tiempo, él es un anacronismo en el sentido de que el último buen equipo de Bilardo jugó en junio de 1986.
Kohan: Sí, pero habría que escucharlo más ya que está puesto ahí. Algo hace que él no se vaya pero en el abrazo con Maradona, yo lo veo más a él abalanzándose sobre Maradona que éste tomándolo a Bilardo como referente. Y me parece que tocó la fibra emotiva paranoica de "todos contra nosotros". Pero la idea de Bilardo, como un tipo a consultar o a tener en cuenta futbolísticamente me parece que no está funcionando.
Alabarces: No, claro. Para mí la disputa menotismo/bilardismo siempre fue ridícula. Es después cuando aparecen cosas mucho más interesantes. Bielsa es una gran renovación. A favor de Bielsa veo que su esquema táctico no es fijo sino que se basa en el criterio de que tenés que crear la circunstancia para que el maradonista explote en el lugar adecuado y no que te recorra toda la cancha gambeteando. No es que el jugador está al servicio de la estructura sino que la estructura está puesta para que el jugador explote en menos espacio y eso, además, siempre es ir adelante, atacar y presionar, esto de que la defensa empieza en el área del otro. Cuando te "muerden" 10 tipos en la salida me parece maravilloso.
Kohan: Son cinco goles de contra sistemáticamente. Para mí esa es la hazaña táctica de Bielsa: hace algo que en algún punto está mal hecho: cualquier rechazo del fondo que caiga dentro de la cancha es un contraataque de gol y sin embargo a Bielsa no le pasaba.
Alabarces: Bueno, yo en ese sentido creo que Maradona es el técnico perfecto para esta etapa, no en el sentido de lo que necesita la Argentina como táctica para aprovechar a Messi. No, las pelotas. Es el técnico perfecto para esta etapa de "muchachito aguantador" del fútbol argentino, ¿no? Es tribunero, aguantador, machista, el desborde de "la tienen adentro" es un buen síntoma de eso, es el "vamos muchachos, pongan huevos..." perfecto para esa etapa.
¿Y por qué lo lleva a Palermo?
Kohan: La grandeza de Palermo en gran medida radica en que le pega con el tobillo, la manda a la tribuna y a mí no me afecta.
Alabarces: Y sí, es uno de los milagros más increíbles del fútbol argentino de los últimos 20 años.
Sasturain: Totalmente, y eso que hoy es el 30% de lo que ha sido Martín. Esa es la carta que Diego se guarda para salvarse. No hay ninguna otra razón para que Martín esté.
Alabarces: Coincidirán conmigo que hay más razones para que esté Garcés que para que esté Palermo, mirá lo que te estoy diciendo.
Kohan: ¿Por qué todo tiene algo de El sueño de los héroes de Bioy, donde hay que vivir la misma noche exactamente otra vez? Tantas cosas se repitieron del 86, la camioneta parecida... y lo lleva a Garcés para que parezca Garré...
Alabarces: Maradona fue lo que fue porque lo fue futbolísticamente y también, de manera mucho más amplia simbólica y culturalmente. Y lo fue en determinado contexto y eso es absolutamente irrepetible. La idea del heredero de Maradona no es soportable ni futbolística ni culturalmente, no lo puede haber, no puede haberlo de ninguna manera. No lo es Messi ni Tévez tampoco.
¿Todavía existe aquello llamado fútbol argentino?
Kohan: Sí, sí.
Alabarces: El fútbol argentino es una combinación de factores que son menos esencialistas que lo que cierto menotismo señala, creo que es una combinación de tradiciones bosteras, racinguistas, de Independiente, de River, de San Lorenzo, y de los equipos chicos y las tradiciones de los equipos chacareros, todo es una buena mezcla de todo eso, y esa mezcla es, creo, un fútbol ofensivo.
Sasturain: El peso de las decisiones individuales ha sido muy importante en nuestra manera de concebir el fútbol. Si el fútbol argentino es lo que se juega hoy en Argentina entonces es muy feo. Pero bueno, el fútbol argentino está diseminado, encarnado en personas, y esas personas, por lo menos los mil que juegan mejor, no están acá. Ese fútbol argentino está diseminado, en evolución o en disgregación. Las condiciones que hacían a la posibilidad de reproducirse también se han desdibujado. Al no haber, al no estar, entonces las divisiones inferiores entonces los clubes no funcionan con modelos determinados. Eso alguna vez existió, en los años 40, 50 y así nació una escuela que como no estaba contaminada, se desarrolló. Pero el perfil se ha ido desdibujando. Los argentinos han tomado otra característica, que es la del jugador con una gran capacidad de adaptación, un individualista poderoso porque es más peleador, tiene más huevos, está acostumbrado a que lo caguen a patadas, sabe gambetear, es decir, ha desarrollado, como carácter de jugador argentino, eso que dicen en Europa: que los argentinos tienen capacidad de adaptación, que juegan en cualquier lado.
Kohan: Esto tiene que ver con la necesidad de encontrar algo propio cuando en realidad se trata de una cultura de importación y de mezcla desde la constitución de esta nación. Entonces en un punto el fútbol implementa, adopta o incorpora desde hace muchísimos años algo, que hay que pensar que es exógeno y que distorsiona una esencia propia.
Alabarces: Es medio un romanticismo comercial...
Kohan: Pero de todos modos creo que puede haber marcas. Hay un tipo de gambeta, hay una relación entre el amague y la gambeta propios. Uno puede reconocer cierta manera de gambetear, de amagar y de desplazamiento de la pelota "en pie"; se distingue el toque en corto. Esa manera de gambetear uno no la ve en el fútbol europeo. Y todo eso genera una forma de tradición ofensiva. Y argentina.
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Etiquetas: Juan Sasturain, Martín Kohan, Pablo Alabarces, Revista Ñ

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