Cuando todo se va definitivamente al tacho [Espacio NN]

Hoy, mis inquietudes son muchas y mis cuestionamientos son muy variados. Por eso quiero, desde este pequeño espacio de réplica que me otorgan, llegar al escritor enmascarado y preguntar “por qué”. Por qué señor Unco Claraboya.
Por qué romper con la estética de su magnánima creación y exponerse a la chabacanería, a lo burdo, a lo innecesario de caer en la producción que sólo se encuentra en las extremidades.
Usted que es inteligente, debe explicar cómo es que además, goza de leer los improperios de la tinta mal gastada, de los tiempos corridos del margen y de la prosa enlatada, sin ecos, vacía de todo contenido.
Entiendo que el espacio que completó la semana pasada es seguramente el que hoy estoy completando yo. Que en las decisiones de los editores no está ni siquiera, contemplado la idea de buscar material con más no sea un mínimo de contenido sustentable, comunicable, educador o servicial.
Este espacio, sin dudas, es la prostitución de las letras y usted creo que es (por lo menos esta última semana) un perverso que se ha adentrado en el cabaret de la escritura.
Sin conocerlo, mi imagen suya era lo más cercano a un erudito.
En pequeñas pinceladas, sostenía en mi imaginación a un ser alto, espigado, lánguido mejor dicho, que pasaba horas enteras buscando respuestas a sus interrogantes y a los que conformaban su contexto. Un creador en masa. De ahí fue que salieron textos de suma grandeza, con una estética pura, con un respeto insoslayable por la lingüística y con la rareza de la búsqueda en sí. Porque sus relatos se metamorfoseaban en cada paso morfológico, en cada signo, en cada contacto con la imaginación de los que disfrutábamos de leerlo.
Ahora es sólo un ser fofo, al que le gusta la cachiporra, el canchengue, la fiestacha barata. Un prostituto dentro de la trata de letras. Y eso queda marcado en su prontuario porque hoy en el dolor, no puedo llamarlo curriculum. Esto no lo recordará el lector pasatiempista, pero sí lo harán aquellos que mantenían el respeto por su trabajo.
Pienso y corríjame si me equivoco, que vive en la villa miseria de las bibliotecas, que su naturaleza es leer libros franceses sobre literatura erótica. Que por las noches sólo se alimenta a porotos y ensalada de rúcula.
Que la carne sólo es el alimento de denuestos contra la afrodisíaca imagen de la mujer.
Así me hizo sentir con sus deseos fálicos hacia Isabel Sarli. Porque aquí no existe el platonicismo. Aquí queda por fuera la idealización del amor.
Este –el que usted tuvo- fue un acto desesperadamente físico, atribuido sólo a los actos de salvación, a los de última fuerza.
Es como estirar la pata, como dar el último aliento, como pensar que más bajo no se podrá caer.
Y como hoy lo encuentro en el pozo, lo insto a que no caiga en lugares comunes. Que ponga en marcha el “operativo retorno” y vuelva a dignificar a la literatura como siempre lo hizo.
Le pido respóndame a las imágenes que ha causado en mi cabeza. Quiero, como tanto como otras personas que seguramente se sentirán identificados con esta carta, sepa evacuar mis inquietudes. Pido, una vez más, vuelva a entintar su pluma y regálenos de su magia, de su gambeta, de su definición fría en tiempo de descuento. Lo estaré esperando.
ABL (Escritor, físico nuclear, astronauta, contador, médico, pederasta oculto, simplificador de los problemas y enemigo número UNO del suplemento NN)