sábado, 9 de enero de 2010

Hija de la ciénaga

El viento sobre el mapa me dicta tus pasos, la geografía que inventas
A cada instante.
Yo sé los rumbos, las puertas cerradas que se abren en otros versos,
Y en la mano tuya aún veo los astros, el tarot de tus huellas y tus lunares,
La estrella escrita en la plenitud de tu destino,
La callada geometría de tu tacto sobre el mundo.
Soy hija de la ciénaga
Y en tus sueños resplandece mi larga cabellera de agua.
Podría decirles que el amor estuvo aquí,
Y que su verde enredadera te envolvía poco a poco
Mientras la piedra te convertía en una estatua.
Oh, forastero, tú que trenzas la aurora
Y con magia en los labios sedientos me nombras;
Tú que también enfermas de esplendor mis oídos y mi noche,
Mira las sílabas tuyas volando en las ramas,
Mira tu laúd de fuego durmieron en las torres.
¿Cómo te digo los límites donde me oculté para soñarte,
La insaciable luna que gastó su moneda roja en las playas?
Nunca te vi, pero sé que en las noches mi música encontrabas;
Mi mano se alargaba para llevarte en la espesura,
Para ser guía y canción como Virgilio.
Acércate a la orilla, alza la llama hacia tu noche.
¿Cuántas veces la letra en el agua ha herido tus retinas?
¿Cuántas veces la ola ha vociferado el nombre de su hija
Bajo un cielo sin murallas?
La gitana del mercado de aves te dará el animal nocturno,
Te dará la aguja que te lleve entre las sombras desnudas
Hasta el alba de cal y cenizas,
Y espera a que despierte tu laúd junto a los manglares
Y podrás encontrarte conmigo.


Guillermo Denis

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