miércoles, 30 de septiembre de 2009

Dos pinturas de la últma muestra de arte realizada en el Newbery

Hacer un click en las imágenes para ver con mejor resolución.


Pintura de Clarisa Vázquez




Pintura de Alejandra Noguer

lunes, 28 de septiembre de 2009

Poesía erótica



Abruptos cimbronazos
de anhelos penetrantes.

Brebaje bestial
de lo erecto
súbitamente segregando
vértigo.

La deseo desde
una desconfiguración
viril irrefrenable, ajena,

que surte absorta
desde la fálica estola madre
de la sangre.

La deseo desde
el tuétano medular
del miembro purpureo

desde la errática distorsión
del enajenado órgano erguido,

La deseo hasta el límite
del entramado elemental
de la carne,
si, sólo hasta el sexo,
sólo hasta el eco final
del coito.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Sala + Rodríguez (GRAFO #3)

Extracción


En todos lo orígenes

La penumbra sacudida se sosiega.

Extraídas del hielo de la noche,

Taciturnas voces de tenores.

A tientas y sin recaudos

Camino féretros desnudos.

Entre violines y orgasmos sostenidos,

Hambrientos mis dedos se inclinan

Al fiel terciopelo.






Naturaleza muerta


Senos fláccidos,

Sangrantes como racimos de uvas

Que se inclinan

Hacia la tierra en celo.

Boca amordazada,

Sólo balbuceos

Y quejidos en el pecho.

Manos encadenadas, óseas.

Tu piel aún tibia,

Como si estuvieras viva.





poesía: Cecilia Rodríguez
ilustración: Rodolfo Sala

martes, 22 de septiembre de 2009

El señor del poema vituperio



Más en: www.imprudenciaestigmatizada.blogspot.com

viernes, 18 de septiembre de 2009

En memoria de los que ya no lloran como el cielo

Dicen: que la lluvia es el manantial de la vida. Dicen que no es un mero fenómeno atmosférico de tipo acuático que se inicia con la condensación del vapor de agua contenido en las nubes.

Según hablan las lenguas madres, cada gota trae consigo un inmenso mundo de recomposiciones y manifestaciones que a la vez reconfiguran el mundo donde nos movemos.
Que es pura energía que levanta a los muertos que el sol sepulta entre las capas de la tierra. Que es alivio para los que trabajan en los campos. Que es limpieza de los cielos impuros contaminados por almas que se cuelan al sagrado manto para enjuiciar a los crismas más bellos, y que son el producto de la depuración de un señor todo poderoso que los encierra en un rincón sagrado, con Atlas como único testigo, quien pasa sus días cantándoles sonatas admirables hasta que estallan en lágrimas puras, limpias, que terminan desbordando el azul celeste.
Dicen que la lluvia es la que hace cambiar las pieles de los desmembrados hombres agobiados por el sistema que los corroe y los lleva a la desesperación del vacío mismo, que los condena con noches interminables de insomnio.
Dicen que la lluvia es el nutritivo néctar de los suicidas. Que cansados de ser hombres ya sin piel y agobiados por el sistema que los corroe y los lleva a la desesperación del vacío mismo, que los condena con noches interminables de insomnio, terminan por ser sus propios jueces y verdugos.
Que es el tormento de los asesinos que ya no encuentran agua que purifique sus mentes, ni lave sus manos manchadas con sangre espesa y gritos ajenos. Que es la que los convierte en suicidas que por la lluvia beben el juicio y se ejecutan con el más nutritivo néctar.
Dicen que la lluvia es sólo lluvia. Que es agua que cae desde algún lugar de por allá arriba, donde no hay nada más que nada y de vez en cuando hay agua que se vuelca y se convierte en lluvia.
Que es un yunque que martilla en la cabeza de los escritores, que pueden sensibilizarse con un acto imprevisto. Como lo hizo Cortazar: “Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol / Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós”.
Dicen, dicen, dicen. Hoy escribo estas inútiles líneas en una habitación donde ya no caben más agujeros. Hay tachos por todos lados que hacen eco del suicidio de la lluvia que se hizo gota y se filtró por algún espacio de mi techo podrido. Para mí la lluvia es un tormento económico, que desde hace dos días me tiene de viaje en viaje en remis, mal gastando los pocos morlacos que cuento día a día, hora a hora, segundo a segundo. La lluvia es para mí, sólo un acto injusto que molesta, que se filtra, que desgarra cada una de mis articulaciones. Es el tormento que a su vez, liquida cada una de mis precisiones.


ABL

jueves, 17 de septiembre de 2009

¿Psycho-killer?

Abandonamos los pasillos de la poesía para introducirnos (como por un tubo, diría El Católico) en el submundo del Dr. Pyscho-killer, que entre libros de psicoanálisis, preguntas existenciales, malestares de los tiempos que corren, cabezas que asoman y nos hablan y los deseos de recomponorse sobre todo aquello, ilumina la sombría naturalidad (¿?) con que nos movemos por el mundo. Para despertar, de la mano de Mimi Langer, nuevamete la sorpresa...

martes, 15 de septiembre de 2009

Don Soneto

Del centro sin suburbios viene, entre cuartetos y tercetos, Don Soneto, saludando a cada paisano que se asoma sobre la vereda, cuidando que su gurisa no se le marche tras su vuelo.
Con nosotros, otro amigo de la casa que, también, se dio una vuelta por GRAFO #3.


domingo, 13 de septiembre de 2009

La contratapa del escándalo

Descuidado de todo comentario y dedo que lo señale en la noche linqueña, en algún bar, el hombre tuvo la gentileza de sacar, en invierno, del baúl su ballena inflable, ponerse el traje de baño, calzarse las patas de rana, y hacer una sesión de fotos para esta ignota revista. ¡Un grande! Con Uds., El Cochinillo Exquisito...






martes, 8 de septiembre de 2009

Chamullo

“Quisquilloso”, me dijo. Pero no entendí muy bien qué quiso decir con eso. También, me dijo porqué yo le decía todas esas cosas. “Cosas”, dijo. Porqué yo le tenía que decir todas “esas cosas”, justo, a ella. Que si yo era “loquito o qué”. Que si no me fijaba si alguien nos podía estar viendo. Que tenía que tener más cuidado. Que cómo me le iba a acercar de esa manera, sin conocernos. Delante de todos.

Aunque, luego dijo que “todo está bien”. Que estaba todo bien, pero que “no así”. ¿Así cómo?, le dije. Que así yo parecía un “d-e-s-e-s-p-e-r-a-d-i-t-o”, susurró. Que no quedaba nada bien para un pibe de mi edad. Y encima, dijo que se podía imaginar cuánto me costaba a mí. “Costaba”, dijo pero me callé. Sí, dijo “costaba”, y que me comprendía. Y dijo que estaba acostumbrada. ¿A qué?, pensaba yo. Le dije que acostumbrarse es feo porque así abandonamos toda posibilidad de sorpresa. Dijo que me tranquilizara. Que la dejara hablar a ella. Que yo no era el primero que la venía a chamullar así. Que había habido muchos otros, antes. Pero que ahora ya no se lo esperaba. Porque hacía tiempo que estaba en pareja estable. “Es-ta-ble”, pausó esa palabra. ¿Y qué importa?, me decía yo. Y que ella compartía una relación afectiva muy buena. Que estaba muy contenta y segura de lo que quería para su vida.

Igual, después me preguntó de dónde sacaba yo todas “esas palabras” que siempre le decía al pasar. Que si yo estaba “loco o deliraba”, preguntó. Le respondí que ninguna de las dos opciones “me cos-ta-ba demasiado”. Otra vez, le repetí -ahora haciendomé el Tom Waits y cerca de su oído: que no me “cos-ta-ba”, ni un poquito. Y reí. Ella también río. Ahí nomás, me solté y empecé meta trabajar con “las palabras”.

Volvió a mostrar una sonrisa y entonces me relajé. Dejé salir por mi boca lo primero que me venía a la mente. Alguna vez, había pensado que un momento así sería lo más parecido a cuando un boxeador –que hasta allí ha cumplido con una pelea prolija, un buen trabajo de piernas y de agotamiento del rival- debe comenzar a lanzar los golpes justos y dejar madurar el knock-out. Pero ella no era un rival que derrotar. Ella era bastante más bonita que el éxito en una pelea de boxeo. Era la corona mundial y una noche de festejos y excesos bien merecidos. Y tampoco.

Me parecía que habíamos hablado por horas, que yo le había contado mi vida y ella la suya. Pero, apenas habrán sido quince minutos, un rato nada más. Si todavía, puedo recordar cada una de las canciones que sonaban en ese momento en el bar. Una de Sabina, otra de Floyd…

Ella estuvo simpatiquísima. Muy atenta a todo lo que yo le decía. A “mis palabras”. Cada tanto sonreía y en sus mejillas se marcaban dos pocitos diminutos. Luego, ella empezó a burlarse de mi timidez. Me dijo que era “una cáscara”. Y que le había gustado hablar conmigo. Haber podido conversar de “esa manera” y “tan interesante”. Que se alegraba de haberme conocido. Pero que ahora se tenía que ir. Porque su amiga, que esperaba en la mesa, ya le hacía caras. Y no podía hacerle eso. Que capaz nos volvíamos a ver. Y antes de irse, me dijo: “Chau, quisquilloso”. Yo pensé otra cosa.


Unco Claraboya

domingo, 6 de septiembre de 2009

Tres personajes de historieta

Seguimos desandando el número 3 de GRAFO, y hete aquí, amigo/a, a tres personajes, tres. Los tres mosqueteros ni se le arriman, y el divague que estos tres susodichos aprontan no hay comic que lo contenga. Con Uds., el power trío: El Imprudente Estigmatizado, El Católico y El Apóstata (hechos historieta). ¡Tiembla Solano López!

viernes, 4 de septiembre de 2009

Él, el globo y el hombre

Era domingo. Salí a caminar con la intención de encontrar por fin esa ciudad que tantas líneas le dedicó Roberto Arlt en sus Aguafuertes. Esa ciudad que él denominó como una de las más resplandecientes de toda América. “El paraíso de los vagos”, como osó mencionarla con su perspicaz pluma.
Aún no lograba comprender cómo La Plata se evaporaba tanto un domingo. Dolía en los huesos al ver las anchas veredas vacías. Dolía como la muerte próxima, como la soledad de los abandonados.
Del sabor incomprensible de la vida pública al jardín de la fiaca. Ya ningún mozo era amable como los martes o los miércoles a media tarde. Ni un comerciante quedaba distrayéndose con sus propios carteles. Era la muerte hecha estructura. Era la quietud inmóvil y la fuerza asustada por el silencio.
En fin. Salí a caminar para descubrir que, nuevamente, no iba a encontrar nada.
Calles deslucidas. Inquietas de que pasen las horas para sentirse agobiadas por el peso del zapato. Cada seis cuadras –ni una más ni una menos- una plaza. En cada plaza el agonizante resplandor de existencia hecha madres e hijas y nietos y padres. Sólo eso. Y yo, salí a caminar.
A lo lejos, más allá de mis ojos un alma flotando, saltando y haciéndose ver. Estiré mis manos hacia la frente, como barquero avistando tierra, para poder ver más lejos. Apreté fuerte los ojos para intentar reconocer. Allá, como a cinco cuadras, venía saltando la vida.
En el desierto un oasis. Y yo apuraba el paso para encontrármela cara a cara con el elíxir de los dioses. La improvisación de mis pies en el apuro, hizo que una y otra vez descubriera que La Plata era la ciudad de las baldosas flojas –sin importar qué día fuera-.
Los saltos de la vida eran cada vez más altos. Más profundos. Y su caída, a cada paso, más suave. Junto a ella un disfraz. Una persona que – a mi entender- buscaba lo mismo que yo. Una respuesta a un domingo más. Pero con la suerte de llevar con él, la mina más linda del baile.
A dos cuadras lo vi con perfección: No era la vida. Sólo era un globo y un hombre. Gris como uno más, pero no. Porque había encontrado la felicidad en un bollo de goma inflada.
El hombre vestía trapos como cualquiera pero no le importaba. Como así tampoco la quietud de la más triste de las ciudades. No se quejaba y no lucía como yo, como cualquiera.
El venía solo y con su globo. Amarillo él –el globo-, sin piolas que lo aten a su dueño. Con total libertad para escaparse con el viento. Con total liviandad. Tanta como para no asustarse con las desafiantes ramas de los árboles -como yo-, que atinaban en su brazada cortar su suave y desprolijo andar.
Ya no hacía fuerza para observar. Las cosas pasaban a pocos metros. El hombre inflado, flotando, amarillo, como el globo. Pateando –el globo-, siendo y pasando. Él –el hombre-, suave, de andar desprolijo, como un niño, pasose frente a mí. Pateando -al globo-, suave, desprolijo. El globo junto a él –el hombre-, flotando. Los dos –el hombre y el globo- saltando, cayendo suave, como la vida, flotando. Yo, pasando junto a ellos –el globo y el hombre-. Sorbiendo despacio el sabor de la vida. Desprolijo, sin respuestas. En una ciudad vacía. Despojado de mis culpas, de la soledad y de un domingo más en el vacío del cemento. Sólo, por haber encontrado al globo, al hombre y a mí.


Juan Cruz García

De poeta a poeta

Gran poemita este! Poemita que el gran Acevedo Dias le dedico al poeta del
sur: al finísimo vate José Luis Larroca



MI AMIGO EL POETA

Tomando en cuenta la frivolidad
del entorno,
se podría decir
que su hidalguía bebe en esas aguas
pero sale invicta de
toda mugre
a fuerza de ternura
esencial.

En el vaivén de los días
suele perder el paso
y
cuando descarrila
le nacen palomas en cada dolor,
trivialidades y siluetas
de mujeres inconquistables ;
melodías clavadas en lo sólido del mar,
ejecutadas con la desesperación
de lo que alcanza.
Pero están ahí.
Y está bien.


II

Recuerda todo mi amigo,
y lo traduce en abstracciones lúdicas
cargadas de polen y azúcar.
Y está bien.
Con el tiempo he llegado a comprender
que su lírica no escapa de nada,
más bien, se puede decir,
busca todo.
Eso es muy parecido al estilo.


III

Jamás nos ponemos de acuerdo :
Donde el sentencia jazmines
yo veo ecos ;
donde el lame piel
yo encuentro precipicios ;
donde el enciende el fuego
yo preño la brisa de lluvias ;
así hasta la hermandad.
Y en esa espiral
de desencuentros
logramos desplegar
el mapa intrincado del
cariño.
Monos sedientos,
sabemos buscar ríos
donde juran los oficiales que sólo
reina el asfalto ;
sastres del alma,
sabemos cantar lo que acaricia
sin elogiar sangre derramada.
Raspados contra la realidad
nos defendemos
sembrando
en el vientre de los
días
pupilas cargadas de años,
convite y
hermosa paciencia.
Cuando fallamos al mismo tiempo,
mi amigo Poeta y yo,
se puede decir, sin jactancia alguna,
que se produce el
milagro.


IV

Hemos hachado guitarras juntos,
y nos hemos sabido mirar con la
conmoción de quien nada sabe
de nada.
Amén.


V

Tras la pausa del día,
camina por el lomo de la noche
haciendo del absurdo una plegaria.
Calla por cansancio
Para después volver a
embestir
contra la campana de lo
impuesto.
Y aunque exuda dogmas y convenciones
corrige esas inmensidades
con el perfume
del que da y olvida.
Caballero sin memoria.
Despojado hasta la tiranía.


VI

Yo lo veo pasar
y lo santiguo de buena suerte ;
le deseo mil victorias
para que ría sin rejas,
le deseo mil derrotas
para que aprenda lo importante.
Lo levanto en mis brazos,
( y eso es mucho),
y le encargo luz
en las horas oscuras.
Lo intuyo elemental e infinito.


VII

Amigo poeta :
que tu alma,
tu cuerpo,
tus dudas,
tus tajos, tus soledades,
tus muertos y tus vivos,
tus horas de aceite y tu futuro,
vayan hacia el país inmemorial
que señala tus cuerdas.
Que mi boca
se pudra
si no alaba
tu precaria santidad,
tu pereza de hombre bueno,
tu salto amoroso
hacia lo obvio,
tu presencia decidida
a convencernos
a todos
que el corazón
debe tener
la altura
de una
montaña.

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