En memoria de los que ya no lloran como el cielo
Dicen: que la lluvia es el manantial de la vida. Dicen que no es un mero fenómeno atmosférico de tipo acuático que se inicia con la condensación del vapor de agua contenido en las nubes.
Según hablan las lenguas madres, cada gota trae consigo un inmenso mundo de recomposiciones y manifestaciones que a la vez reconfiguran el mundo donde nos movemos.
Que es pura energía que levanta a los muertos que el sol sepulta entre las capas de la tierra. Que es alivio para los que trabajan en los campos. Que es limpieza de los cielos impuros contaminados por almas que se cuelan al sagrado manto para enjuiciar a los crismas más bellos, y que son el producto de la depuración de un señor todo poderoso que los encierra en un rincón sagrado, con Atlas como único testigo, quien pasa sus días cantándoles sonatas admirables hasta que estallan en lágrimas puras, limpias, que terminan desbordando el azul celeste.
Dicen que la lluvia es la que hace cambiar las pieles de los desmembrados hombres agobiados por el sistema que los corroe y los lleva a la desesperación del vacío mismo, que los condena con noches interminables de insomnio.
Dicen que la lluvia es el nutritivo néctar de los suicidas. Que cansados de ser hombres ya sin piel y agobiados por el sistema que los corroe y los lleva a la desesperación del vacío mismo, que los condena con noches interminables de insomnio, terminan por ser sus propios jueces y verdugos.
Que es el tormento de los asesinos que ya no encuentran agua que purifique sus mentes, ni lave sus manos manchadas con sangre espesa y gritos ajenos. Que es la que los convierte en suicidas que por la lluvia beben el juicio y se ejecutan con el más nutritivo néctar.
Dicen que la lluvia es sólo lluvia. Que es agua que cae desde algún lugar de por allá arriba, donde no hay nada más que nada y de vez en cuando hay agua que se vuelca y se convierte en lluvia.
Que es un yunque que martilla en la cabeza de los escritores, que pueden sensibilizarse con un acto imprevisto. Como lo hizo Cortazar: “Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol / Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós”.
Dicen, dicen, dicen. Hoy escribo estas inútiles líneas en una habitación donde ya no caben más agujeros. Hay tachos por todos lados que hacen eco del suicidio de la lluvia que se hizo gota y se filtró por algún espacio de mi techo podrido. Para mí la lluvia es un tormento económico, que desde hace dos días me tiene de viaje en viaje en remis, mal gastando los pocos morlacos que cuento día a día, hora a hora, segundo a segundo. La lluvia es para mí, sólo un acto injusto que molesta, que se filtra, que desgarra cada una de mis articulaciones. Es el tormento que a su vez, liquida cada una de mis precisiones.
ABL
Que es pura energía que levanta a los muertos que el sol sepulta entre las capas de la tierra. Que es alivio para los que trabajan en los campos. Que es limpieza de los cielos impuros contaminados por almas que se cuelan al sagrado manto para enjuiciar a los crismas más bellos, y que son el producto de la depuración de un señor todo poderoso que los encierra en un rincón sagrado, con Atlas como único testigo, quien pasa sus días cantándoles sonatas admirables hasta que estallan en lágrimas puras, limpias, que terminan desbordando el azul celeste.
Dicen que la lluvia es la que hace cambiar las pieles de los desmembrados hombres agobiados por el sistema que los corroe y los lleva a la desesperación del vacío mismo, que los condena con noches interminables de insomnio.
Dicen que la lluvia es el nutritivo néctar de los suicidas. Que cansados de ser hombres ya sin piel y agobiados por el sistema que los corroe y los lleva a la desesperación del vacío mismo, que los condena con noches interminables de insomnio, terminan por ser sus propios jueces y verdugos.
Que es el tormento de los asesinos que ya no encuentran agua que purifique sus mentes, ni lave sus manos manchadas con sangre espesa y gritos ajenos. Que es la que los convierte en suicidas que por la lluvia beben el juicio y se ejecutan con el más nutritivo néctar.
Dicen que la lluvia es sólo lluvia. Que es agua que cae desde algún lugar de por allá arriba, donde no hay nada más que nada y de vez en cuando hay agua que se vuelca y se convierte en lluvia.
Que es un yunque que martilla en la cabeza de los escritores, que pueden sensibilizarse con un acto imprevisto. Como lo hizo Cortazar: “Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol / Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós”.
Dicen, dicen, dicen. Hoy escribo estas inútiles líneas en una habitación donde ya no caben más agujeros. Hay tachos por todos lados que hacen eco del suicidio de la lluvia que se hizo gota y se filtró por algún espacio de mi techo podrido. Para mí la lluvia es un tormento económico, que desde hace dos días me tiene de viaje en viaje en remis, mal gastando los pocos morlacos que cuento día a día, hora a hora, segundo a segundo. La lluvia es para mí, sólo un acto injusto que molesta, que se filtra, que desgarra cada una de mis articulaciones. Es el tormento que a su vez, liquida cada una de mis precisiones.
ABL
1 comentarios:
Sí la verdad q un bajón la lluvia, encima ayer con lo q llovió, perdió el Globo, GARUAAAAAAAAAA
EA
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