viernes, 4 de septiembre de 2009

De poeta a poeta

Gran poemita este! Poemita que el gran Acevedo Dias le dedico al poeta del
sur: al finísimo vate José Luis Larroca



MI AMIGO EL POETA

Tomando en cuenta la frivolidad
del entorno,
se podría decir
que su hidalguía bebe en esas aguas
pero sale invicta de
toda mugre
a fuerza de ternura
esencial.

En el vaivén de los días
suele perder el paso
y
cuando descarrila
le nacen palomas en cada dolor,
trivialidades y siluetas
de mujeres inconquistables ;
melodías clavadas en lo sólido del mar,
ejecutadas con la desesperación
de lo que alcanza.
Pero están ahí.
Y está bien.


II

Recuerda todo mi amigo,
y lo traduce en abstracciones lúdicas
cargadas de polen y azúcar.
Y está bien.
Con el tiempo he llegado a comprender
que su lírica no escapa de nada,
más bien, se puede decir,
busca todo.
Eso es muy parecido al estilo.


III

Jamás nos ponemos de acuerdo :
Donde el sentencia jazmines
yo veo ecos ;
donde el lame piel
yo encuentro precipicios ;
donde el enciende el fuego
yo preño la brisa de lluvias ;
así hasta la hermandad.
Y en esa espiral
de desencuentros
logramos desplegar
el mapa intrincado del
cariño.
Monos sedientos,
sabemos buscar ríos
donde juran los oficiales que sólo
reina el asfalto ;
sastres del alma,
sabemos cantar lo que acaricia
sin elogiar sangre derramada.
Raspados contra la realidad
nos defendemos
sembrando
en el vientre de los
días
pupilas cargadas de años,
convite y
hermosa paciencia.
Cuando fallamos al mismo tiempo,
mi amigo Poeta y yo,
se puede decir, sin jactancia alguna,
que se produce el
milagro.


IV

Hemos hachado guitarras juntos,
y nos hemos sabido mirar con la
conmoción de quien nada sabe
de nada.
Amén.


V

Tras la pausa del día,
camina por el lomo de la noche
haciendo del absurdo una plegaria.
Calla por cansancio
Para después volver a
embestir
contra la campana de lo
impuesto.
Y aunque exuda dogmas y convenciones
corrige esas inmensidades
con el perfume
del que da y olvida.
Caballero sin memoria.
Despojado hasta la tiranía.


VI

Yo lo veo pasar
y lo santiguo de buena suerte ;
le deseo mil victorias
para que ría sin rejas,
le deseo mil derrotas
para que aprenda lo importante.
Lo levanto en mis brazos,
( y eso es mucho),
y le encargo luz
en las horas oscuras.
Lo intuyo elemental e infinito.


VII

Amigo poeta :
que tu alma,
tu cuerpo,
tus dudas,
tus tajos, tus soledades,
tus muertos y tus vivos,
tus horas de aceite y tu futuro,
vayan hacia el país inmemorial
que señala tus cuerdas.
Que mi boca
se pudra
si no alaba
tu precaria santidad,
tu pereza de hombre bueno,
tu salto amoroso
hacia lo obvio,
tu presencia decidida
a convencernos
a todos
que el corazón
debe tener
la altura
de una
montaña.

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